Una desconocida en mi cama
Annabel Navarro Cuevas · CádizTras apagar el despertador para ir al juzgado a defender a mi cliente, giré la cabeza hacia mi izquierda para descubrir a una mujer desconocida para mí. Antes de salir de allí gritando “¡Socorro!”, decidí que lo más sentado era averiguar a quien correspondían aquellos rizos. Me levanté sin hacer ruido y opté por buscar el número de teléfono de mi amigo Juan, con la esperanza de que llenara las lagunas formadas por aquella horrible resaca. Juan insistía en que había abandonado la fiesta solo y, considerando que tenía como principio no martirizar a amigos resacosos, di como cierta su versión de los hechos. Advertí que la mujer se había movido, dejando al descubierto su rostro; y sentado a los pies de mi cama, me pregunté (con el juramento de no volver a beber) cómo explicaría haber dormido con la juez que instruía el caso.