Imagen de perfilCambio de aires

Roberto Castejón Visiedo 

Mi compañero, el expediente número 2, no entiende de qué me quejo. Dice que los impares somos unos privilegiados, y que yo —el primero de mi estante— soy aún más afortunado. Que como no tengo a “nadie” pegado a mi espalda, dispongo de cierta intimidad.

La verdad es que su discurso me aburre soberanamente, así que he decidido cambiar de aires. Espero que no se lo tome como una traición, a fin de cuentas, pasará de mero segundón a engrosar “la casta”.

Salto al vacío sin miedo, estampándome con un gran estruendo. La secretaria se asusta pero se acerca hasta mí. Lo hace con ese caminar suyo tan elegante que le ha valido la plaza sin tener que examinarse.

Me recoge. Duda —como buscando un lugar más apropiado— pero termina depositándome sobre mis propios compañeros.

Ahora sí, a hombros y tumbado a la bartola, me siento un privilegiado.

 

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