Imagen de perfilLadrillos y cemento

Francisco Sánchez Egea 

“Sí, derecho al andamio es donde vas”, solía decir mi padre cuando le comentaba mi proyecto de vida. Era evidente su deseo de que me quedase en la empresa familiar y cerca de su dulce hogar, pero siempre pensé que bromeaba, hasta el día que me dijo que no me pagaba la carrera, que me buscase la vida si quería estudiar. “Tienes que empezar a ser un hombre”, fueron sus palabras tras negarme parte de los ahorros legados por el abuelo. No entendía por qué, si tanto se quejaba de los ladrillos y el cemento, quería el mismo futuro para mí. No puedo decir que le haya perdonado, pero hoy, el día de mi graduación, he sentido cierta pena por el pobre animal, cuando le he pillado frotándose sutilmente los ojos para que nadie, ni mi madre ni mis cinco hermanos pequeños, le viera llorar.

 

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2 comentarios

  • Aún existen personas que piensan que el trabajo, si no es físico, no lo es. Este padre tardó en rectificar, llevado quizá también por su orgullo, aunque esas lágrimas finales indican que sí que evolucionó. Sería deseable una reconciliación entre ambos, la rectificación por un lado y el perdón por otro pueden obrar el milagro, pero eso queda para nuestra imaginación, o quizá un segundo relato.
    Un abrazo y suerte, Francisco