El intervalo

Federico Sánchez Alcolea · Madrid 

«De corta vida, pero de larga sombra» —como lo abocetaba en sus necrológicas El Matutino— mi socio —que decía no sentir nostalgia alguna por el pasado, y necesitar, a lo sumo, para sentirse vivo: “pensar en que lo mejor de la vida está aún por llegar”, pero sin querer significar con ello que anhelara llegar a tener más años que un olivo, pues según predicaba su amigo el ‘Tuerto’, tenía bien claro que era «mucho más provechoso llenar los años de vida que la vida de años»— se me presentó de mañana, blanco como el papel y con un bronceador EXTREM, más dispuesto a morirse, o tostarse al sol, que a darme lo que le llevaba yo tantos días solicitando: un resumen conciso de su postura ante el encarcelamiento de su mujer. Pero sorpresivamente, me espetó: “¡Paga rápido la fianza, Enrique, y presenta mi condonación de su deuda!”

 

 

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