Honorarios lúbricos

Antonio Capel Riera · Murcia 

“¿Es usted Mariquiña?”, preguntó el hombre del cartapacio, elegantemente trajeado. “Sí”, respondió la bella mujer, secándose el sudor de la cara, dejando asomar unos voluptuosos senos. “¿Podría disponer unos momentos de su tiempo?” dijo el hombre con discreción. “Después de mi gimnasia”, respondió quitándose unas muñequeras de plomo usadas para fortalecer los torneados antebrazos. Al cabo de una hora, volvió. Le estaba esperando con una blusa trasparente: “Mis servicios cuestan 3000 €”. “Los tengo”, dijo el hombre. Y después de los favores lujuriosos, Mariquiña, satisfecha, preguntó: “¿De dónde es usted y a qué se dedica?”. “Soy abogado y vivo en Carrancheiro” “¡Qué casualidad, mis padres son de allá!”“Lo sé, su padre murió al caer a un socavón y le dejó en herencia 3000 euros que acabo de entregarle, disponiendo que se empleen en la desintoxicación del camello de su hermano, ¡Ha sido un placer!” “¡Fillo de putaaaaa…!

 

 

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