Imagen de perfilABOGADA DE PUEBLO

Laura Pérez-Morala 

Estaba pasando un fin de semana donde sus raíces la reclamaban. Se negó a llevar trabajo para el viaje, costumbre o pandemia ejecutiva contra la que luchaba. Quería tranquilidad, nada que perfilar ni menos solventar. El Sábado, con algo de viento y amigable lluvia, salió temprano de su bucólica casa, dejando su pueblo inmerso en la paz. Caminó por una extensa pradera, entre hayas y castaños, percibiendo el suave meneo de ramas y hojas, sintiendo el olor de tomillo y tierra mojada, ADN particular de su pueblo. Por la noche, con el crepitar de la chimenea, leyó hasta rendirse en sueño. El Domingo, al ponerse en marcha su tren de vuelta, desde la ventanilla vio cómo su terruño se perdía en el horizonte. Sólo entonces su imaginación la trasladó a su despacho; y su sonrisa, su respirar pausado, delató lo afortunada que era de ser y sentirse abogada.

 

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5 comentarios

  • Este pequeño relato tiene mucho de grande. Las imágenes que suscita están llenas de paz y armonía. Al leerlo, me ha parecido estar acompañando a la protagonista a través del campo, para sentirme algo más relajado después, contagiado también de esa sonrisa que al final del escrito se evoca. Tal es su fuerza atractiva, su sencillez, delicadeza y belleza. Gracias.

     
  • Como amante de las bellas artes, no por casualidad soy profesor, y más particularmente como pintor, me ha encantado ese breve relato de la abogada de pueblo. La sensible descripción de un fin de semana en el campo, después del duro trabajo del ejercicio de la abogacía, no sólo ha alimentado mi paleta de colores, sino que me ha refrescado de poesía. Sigue escribiendo, que yo seguiré pintando y quizás en el vértice, en la confluencia de nuestras aspiraciones, el arte nos encuentre tan sonrientes como tu personaje. Carlos.

     
  • When the legendary watchmaker launched his eponymous brand in 1995, the watches reflected a lot of the aesthetic cues and watchmaking tropes that link he’d cultivated during his time at Patek Philippe, but always with a slight twist and a hint of irreverence. They were nothing like the skeletonized carbon tourbillons you see today.

     
  • For any of us who’ve ever tried on a steel Submariner (a.k.a. anyone with a passing interest in Rolex), it’s kind of comical to find out how much link your brain is preconditioned to see a 42mm steel Oyster case, round indices, and Mercedes hands and think about the luxurious heft that awaits you.