IX Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Ganador del Mes
SUPERVIVIENTES
Manuel de la Peña GarridoLa instructora, embarrada, se encarama a un tronco. Un aspirante se desploma. Lo llevan en volandas al hospital de campaña. En los cercanos manglares, aúllan y gruñen monos y macacos. La instructora arenga a los demás supervivientes: -Estáis aquí para solventar marrones, no para crearlos… defender causas nobles, con uñas y dientes, como fieros marines. Afuera os esperan jaurías de lobos; los malvados personajes de “Juego de tronos”, no los blanditos de "La Casa de la Pradera"... Los aspirantes corean: -¡Sí, señora! -Debéis superar la pandemia de fracasos que aqueja a nuestra profesión. Tenéis en vuestro ADN el gen del triunfador. Vais a ganar todas las batallas ¡Y a quien diga “no puedo más”, le meto un meneo…! -¡Sí, señora! ¡Sí, señora! -Creo que las pruebas del máster de práctica jurídica se nos están yendo de las manos –confiesa el director del bufete a los socios de Procesal y Competencia.
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El más votado por la comunidad
SUPERVIVIENTES
Manuel de la Peña GarridoLa instructora, embarrada, se encarama a un tronco. Un aspirante se desploma. Lo llevan en volandas al hospital de campaña. En los cercanos manglares, aúllan y gruñen monos y macacos. La instructora arenga a los demás supervivientes: -Estáis aquí para solventar marrones, no para crearlos… defender causas nobles, con uñas y dientes, como fieros marines. Afuera os esperan jaurías de lobos; los malvados personajes de “Juego de tronos”, no los blanditos de "La Casa de la Pradera"... Los aspirantes corean: -¡Sí, señora! -Debéis superar la pandemia de fracasos que aqueja a nuestra profesión. Tenéis en vuestro ADN el gen del triunfador. Vais a ganar todas las batallas ¡Y a quien diga “no puedo más”, le meto un meneo…! -¡Sí, señora! ¡Sí, señora! -Creo que las pruebas del máster de práctica jurídica se nos están yendo de las manos –confiesa el director del bufete a los socios de Procesal y Competencia.
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Relatos seleccionados
La verdad es que atravesar esa pradera de micrófonos y cámaras a las puertas del Palacio de Justicia nunca fue mi fuerte. Pero por desgracia prácticamente todo lo que va a conocer la opinión pública de este caso dependerá de cómo pueda solventar este lance. Unas declaraciones de varios segundos en las que condensar, entre meneo y meneo de los periodistas, una estrategia de defensa de años. Sí, años. Otro procedimiento más que se eterniza. Esa es la verdadera pandemia que asola nuestros juzgados. Mientras tanto, el ciudadano que me vea en televisión pensará que con la prueba de ADN y un día de trabajo del CSI todo estaría más que solucionado. Ojalá esto fuera una serie americana en la que los buenos son buenos, los malos malos y el abogado al final acaba con la chica.
0 VotosAlejandro tenía una papeleta difícil de solventar. Las maniobras de la multinacional farmacéutica para evitar el juicio habían sido múltiples, incluyendo una suculenta oferta económica para él mismo si se retiraba del caso recomendando a sus clientes aceptar las indemnizaciones. Ciertamente, a las víctimas de la manipulación del ADN en el marco de un experimento genético no controlado les habría venido muy bien el dinero; seguir adelante con el proceso sólo les garantizaba continuar el meneo al que llevaban sometidos los últimos años. Pero estaba en juego algo mucho más importante: dirimir la responsabilidad de quienes, jugando a ser dioses en la fértil pradera de la investigación biomédica, habían arriesgado la salud de sus pacientes, rozando incluso la pandemia en caso de haber extendido el tratamiento. Y es que no todo se puede comprar con dinero. Alejandro lo sabe, y por eso está en la sala pidiendo la venia.
0 VotosLeyó que habían encontrado otro cadáver en la pradera de Ordiales. Se le escapó una sonrisa: de nada le había servido esconderse en Asturias, pensó. Tampoco esta vez la policía había hallado ninguna muestra de ADN que ayudara a solventar el caso. El muerto tenía el número de colegiado 4249. Al asesino sólo le había costado dos semanas dar con él. Ahora le tocaba al número 4250. ¿Dónde estaría escondido? La pandemia criminal que estaba acabando con todos los miembros del colegio de abogados parecía no tener fin. Se quedó pensando un rato, hasta que advirtió que el inquieto meneo de sus piernas se había vuelto compulsivo. ¡Tranquilo, tranquilo! Advirtió que estaba gritando porque un pingüino que había al otro lado de la bahía se arrojó asustado al agua. Resopló. Quizá a él no le encontrara. Y, en cualquier caso, no le tocaba todavía. Él era el número 4251.
+1Tiembla el volante. Un traqueteo y el mal estado de la carretera me obligan a reducir la velocidad. Casi me mareo con tanto meneo. Atrás queda la pradera , desdibujada, en penumbra. Anochece. Casi todo es negro, blanco o rojo. Olor a jazmín. Oigo música. Recuerdo mi etapa de estudiante de Derecho, el máster, la pasantía en un prestigioso despacho de abogados, mi primer juicio y el miedo al estrado, las oposiciones a judicatura, mi primera toga, las puñetas que heredé de mi abuelo, y aquella solemne ceremonia de imposición de la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort . Pienso en la dama de los ojos vendados. Espero resultados de varias pruebas, incluso de ADN, para solventar dudas. El neurólogo cree que soy una víctima más de la pandemia de Alzheimer. Una inmensa luna llena me sonríe. Creo que me libraré de la condena.
+43El compañero le pegó un meneo, él yacía exhausto sobre la mesa recitando incongruentes oraciones: —¡Protesto! ¡Con la venia! Como si de la más fervorosa plegaria se tratase.
Los folios del expediente se repartían por la sala cual pandemia sin vacuna. Era para el aprendiz muy difícil solventar ese asunto, innombrable, pero que al día siguiente defendería ante el temido pero no menos honorable juez.
Ante la trepidante estampa, el veterano y avezado letrado le cogió por los hombros y mirándole fijamente dijo a su pupilo: —hay dos opciones; huir cual roedor pradera abajo o aprovechar el tiempo.
El paladín respiró profundamente y recogió la documentación que le sitiaba. Durante la noche se apreció desde la calle la tenue luz de los flexos y el aroma a café, testigo de tenacidad y experiencia, quienes aunaron esfuerzos para el determinante momento.
No cabe rendirse, forma parte del ADN de la profesión.
+5Ante los socios del bufete, Mario Pradera, —recientemente nombrado presidente de ADN (Abogados Defensores Newman’s)— habló de la necesidad de estar preparados ante los cambios que exige la aplicación de las nuevas tecnologías al Derecho.
Mario se lamentó:
—En este asunto, la actitud conservadora es una calamitosa pandemia entre abogados. Entre sus secuelas destacaría la intensa sensación de dejá vu en nuestro desempeño profesional.
Y continuó.
—Tenemos que generar y proyectar una imagen de innovación, de creatividad, de capacidad para solventar los retos que nos deparará el futuro. Ya presente. Gracias.
El aplauso superó el minuto. Mario hizo una minúscula reverencia. Dio un trago del botellín de agua y abandonó la sala de juntas. En su despacho esperaban numerosos documentos pendientes de firma. Tomó la pluma de ganso e introdujo su punta en el tintero. Con un ligero meneo de la mano la aligeró de tinta y comenzó a rubricar.- Necesito ayuda con la pandemia de simios. Urgente ADN del contacto.
No entendía nada. Vale que fuese su abogado y que le hubiese ayudado a solventar algunos problemillas legales en cuanto a la experimentación con animales. Pero eso sonaba especialmente retorcido. ¿Y que era el ADN del contacto? Quizá el mensaje no era para él, pero esa idea provocó otro meneo en su corazón. Quizá su colega se había pasado a la experimentación con humanos, o había desatado una peligrosa enfermedad o…
Cogió su móvil y tecleó el número, pero no hubo tono. Maldijo la condenada cobertura de esa casa de campo y bajó corriendo pradera abajo hasta que tuvo señal. No había desbloqueado el teléfono cuando recibió un nuevo mensaje de su amigo:
- Lo siento. Asco de corrector, dice lo que quiere. Necesito ayuda con la panadería de mis tíos. Urgente Acta De Nulidad del contrato.+4Lo confieso. Padezco el síndrome de paranoia letrada. Todo comenzó en la universidad al confundir los precios del súper con los artículos del Código Civil. Pero como dice el refrán, la chispa que inició el fuego que arrasó la pradera fue hacerme abogado. Solía solventar las discusiones familiares como juicios. Me rapé el pelo para que no se identificara mi ADN vía capilar. No entraba en el Metro para evitar que me culparan de una agresión sexual con el meneo del vagón y mi despacho estaba impoluto ante posibles indemnizaciones por ser origen de una pandemia. Y a pesar de todos mis esfuerzos, me llevaron a prisión por omisión de socorro al no colaborar en un accidente de coche no fuera que me acusaran de un delito de lesiones. Pero ya he conseguido resolver mi patología, y por fin, me han concedido la prisión preventiva que solicité para impedir escaparme.
+2Cuando le robaron a Coca-Cola- la multinacional más poderosa del mundo- la fórmula de su popular refresco rebuscó entre la pandemia de picapleitos que infectaba el planeta, pero no encontró el abogado que buscaba. Quería un orador elocuente para que le diera un buen meneo al abogado contrario y solventar la reclamación por la vía del KO; pero esa persona había muerto hacía 2.100 años. Debajo de una pradera del Lacio desenterraron los huesos de Cicerón, el más célebre retórico romano. A través de los restos de ADN consiguieron clonar al famoso orador y mediante técnicas de desarrollo acelerado estuvo listo para el día del juicio. En su turno se levantó luciendo su toga de senador, se acercó al jurado y exclamó: «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?». Miró desafiante al letrado contrario, volvió a su estrado y se sentó satisfecho. El veredicto fue indefectiblemente a favor de Coca-Cola.
+2En la pradera de Villatocinos de la Ilustración apareció un cadáver calcinado. Aquello produjo tal meneo en la población, que, aún hoy, cincuenta años después, es tema de conversación en el único bar-cafetería-restaurante de la plaza. Cual pandemia bíblica, acudieron abogados, fiscales, policías, y toda suerte de curiosos periodistas; pero nadie tocó nada hasta que llegó la jueza, que era la que mandaba, según los viejos del lugar. El forense de la comarca se aprestaba para hacer la autopsia, con la esperanza de hacer, por fin, su primer análisis de ADN y estrenar la máquina que se adquirió hace años con fondos europeos.
Nunca se supo quién era el finado, nadie pudo solventar la duda, no hubo forma de analizar nada. Don Severiano lo tiene claro desde el primer día, quien quemó al muerto fue su vecino, que desde entonces tiene muy mala cara y no habla con nadie.0 VotosEn la pradera cercana al río decidió talar el árbol genealógico al objeto de solventar las diferencias familiares de un solo tajo. Dejó al aire sus anillos concéntricos como quien se desnuda de su ADN y muestra sin tapujos sus miserias.
Lo justificó como un acto de rebeldía tardío, como si en aquella geometría circular pudieran advertirse, como una pandemia, las leyes que ocupa las estanterías, las orlas con jaretas, las togas y las malditas anécdotas de los juicios que ocuparon cada sobremesa de su infancia.
Él quiso ser oveja negra. Olvidarse del despacho que fundó su bisabuelo y en el que se jubilaron sus antecesores y dejarse llevar por el meneo de sus caderas en cabarets de poca monta.
Decidió talar el árbol pero dejar vivas las raíces, por si algún día, alguien que no sea él, decide regarlas.+7Soy un abogado de escasa experiencia, que va a impugnar una antigua sentencia.
Los hechos se remontan muy lejos en el tiempo, cuando una pareja feliz decidió que podría serlo más todavía, así que cruzó una línea roja y su paraíso derivó en infierno.
Todos recordamos dos arbolitos que se erguían orgullosos en una pradera de indescriptible belleza. Pero, un error cambió un paraíso por un infierno. Un serio meneo para la humanidad y el castigo de una colosal pandemia de enfermedades variadas e inimaginables.
Los hijos no debieran pagar los pecados de los padres. Creo que no es justo. Pero el castigo llega con el ADN que todos heredamos. Ninguno de nosotros estaba allí en el momento de los hechos. Ni siquiera habíamos nacido. Así que somos inocentes e inimputables. Esta será mi estrategia para solventar esta situación. Pero tengo un serio problema: desconozco la ubicación del juez.+9El partido de fútbol, entre jueces y abogados, fue el escenario idóneo para solventar mis dudas.
Sobre la verde pradera aquello se convirtió en una pandemia, en una masacre. Huelga decir que dimos todo un meneo a aquella panda de gordos.
Aunque, para mí, el resultado fue lo de menos.
Lo único importante es que, en un lance del juego, mi codo impactó (accidentalmente, por supuesto) contra la nariz del juez Martínez.
Me deshice en disculpas mientras le ayudaba a limpiar la sangre que cubría su rostro.
Días después, tras las pruebas de ADN, supe con certeza quién era el padre de mi hijo.+7Como escritor y activista que soy, además de abogado, jamás meneo un dedo en auxilio de un cliente sin antes consultarlo con Atticus Mandela, protagonista de mi novela en ciernes, sabio alter ego. Ávido de sus rebeldes consejos, me siento cada tarde con mi portátil en la pradera de San Isidro, tecleo un nuevo capítulo y él, como si llevase impreso en su ADN un bestiario de respuestas subversivas, me susurra audaces modos de solventar las dificultades de cada caso. Me he vuelto el Superman de los oprimidos, el terror de los fondos buitre.
Estaba a punto de publicar mi obra cuando, misteriosamente, se me inundó el ordenador de virus y tuve que resetearlo para sofocar la pandemia. Desde entonces, mi personaje se ha vuelto codicioso, intrigante, calculador. Me incita a defender a los implicados en la operación Lezo en vez de paralizar desahucios. He dejado inconclusa la novela. Lástima.+2Aún resonaba en mi cabeza la frase de aquel indeseable: “No menees más el asunto”. Yo no meneo el asunto, trato de ser fiel a mis valores.
El tiempo se agotaba. El número de enfermos aumentaba, la pandemia se había extendido. Aparecieron los primeros muertos en una pradera, cerca de El Colosal.
No se trataba de solventar un caso, defender a un cliente, sino del futuro de la humanidad. La gente debe conocer la verdad. Fui testigo de la reunión del “G3”. Decidieron disminuir la población para poner fin a las “Guerras del Hambre”. Sólo unos pocos recibieron la inyección que modifica su ADN, permitiéndoles sobrevivir.¡No puede ser! ¡Nooo! ¡Es el Fin! Abrí los ojos, empapado en sudor, me faltaba el aire. Aturdido, alcancé a apagar la alarma. El tema de la estafa de la farmacéutica me trae de cabeza.
+2Aún siento en el cuerpo el meneo causado por las turbulencias. Sobrevolamos una pradera, del mismo verde intenso que hace un año, cuando comenzó todo. ¿Os habéis planteado la legalidad de la gestación subrogada? Yo me vi obligado a solventar este problema, no sólo moralmente, sino también desde un punto de vista profesional. Soy abogado. Me topé con opiniones muy diversas: conservadoras, "Nulo de pleno derecho. Ilegal, pero de moda, se está propagando como una pandemia"; feministas, "¿Vientre de alquiler? Una mujer no debe alquilarse ni comprarse"; maternalistas, "La paternidad no es un ADN. Es la última oportunidad para unos padres desesperados"... hasta que mi madre, después de escuchar mis reticencias, sentenció: "No entiendo de debates políticos ni legalizaciones, sólo sé que no puedes negarte".
Me sobresalta la voz del piloto informando del aterrizaje. Aprieto su mano helada y sudorosa:
- Hemos llegado. Vamos cariño, va a nacer nuestro hijo.+1Estaba pasando un fin de semana donde sus raíces la reclamaban. Se negó a llevar trabajo para el viaje, costumbre o pandemia ejecutiva contra la que luchaba. Quería tranquilidad, nada que perfilar ni menos solventar. El Sábado, con algo de viento y amigable lluvia, salió temprano de su bucólica casa, dejando su pueblo inmerso en la paz. Caminó por una extensa pradera, entre hayas y castaños, percibiendo el suave meneo de ramas y hojas, sintiendo el olor de tomillo y tierra mojada, ADN particular de su pueblo. Por la noche, con el crepitar de la chimenea, leyó hasta rendirse en sueño. El Domingo, al ponerse en marcha su tren de vuelta, desde la ventanilla vio cómo su terruño se perdía en el horizonte. Sólo entonces su imaginación la trasladó a su despacho; y su sonrisa, su respirar pausado, delató lo afortunada que era de ser y sentirse abogada.
+43Procedo de una familia con larga trayectoria en el mundo de la Abogacía. Mi padre y mi abuelo fueron abogados. Yo soy algo mutante, lo mío es la Biología. Defensor a ultranza de la Biodiversidad. He pateado medio mundo en busca de nuevas especies, mientras mi familia relee para solventar sentencias buscando nuevos principios e interpretaciones legales. Tras mi última expedición, en una pradera helada de Siberia, recogí en un tubo de ensayo una cepa de virus que se creía extinguida y para la que la Humanidad no tiene defensas. Ni naturales ni legales. Debo destruirla aunque suponga traicionar mis principios. Si se escapara el virus sería una catástrofe. Nervioso, consulto jurisprudencia al respecto y de un meneo tiro el tubo al suelo. La pandemia empieza... el despertador suena, menos mal que tengo ADN de abogado. La lucha con toga no es tan mortal como contra los virus. O sí.
+2Me encontraba integrada en una pandemia de efervescentes corredores, aguardando el inicio del arduo litigio, en el espacio previo a la línea de salida. Se habían decretado como medidas cautelares, buena hidratación e informe médico favorable. La pretensión principal se dirigía a completar la distancia de 42,195 kilómetros. Desgraciadamente, mi reloj GPS, testigo potencial del hecho, acababa de expirar. Procuraría solventar ese agravio con las referencias rítmicas de mis litisconsortes. Aunque llevaba en mi ADN el espíritu de la competición, el resultado del pleito era incierto y podría quedar infructuoso por lesión sobrevenida. Tras escuchar el pistoletazo de salida, el meneo equilibrado de mis piernas me insufló confianza, pero los argumentos contradictorios de los hemisferios norte y sur de mi cerebro me atormentaban. Finalmente, el objeto del proceso quedó satisfecho, tras atravesar la alfombra verde, que, simuladora de un largo trecho de pradera, era predecesora de la línea de meta.
+5--- Todos acaban aquí. Como los elefantes, saben donde tienen que morir. Va en su ADN. Llevan viniendo a la Gran Pradera desde el principio de los tiempos, para que su espíritu encuentre el camino de la Verdad. Pero ahora, fíjate, esto está desbordado. Como si una pandemia hubiera devorado las togas y los legajos, arrasando audiencias y juzgados. Y los abogados errantes, perdidos en el laberinto de leyes y sentencias, de pruebas y presunciones, expuestos a cualquier meneo de la norma procesal, en un último intento de solventar lo que no supieron solventar en su día. Hallar la paz.
--- ¿Están locos, padre?
--- Cómo no habrían de estarlo, hijo mío, si lo que buscan es Justicia.
--- ¿Por eso hablan solos?
--- Claro, le dan vueltas y vueltas a la cabeza, y nunca descansan.
--- Yo no quiero ser abogado, padre.
--- Amén a eso.+2Había visto en las noticias que había una amenaza de pandemia por un extraño virus que alteraba el ADN de los afectados, pero nunca piensas que pueda sucederle a tu hijo. Le tengo dicho que no recoja porquerías del suelo, pero se conoce que cuando iba por la pradera de vuelta del cole se encontró una tarjeta de visita y se contagió. Por la noche le noté los síntomas, tuvo un ataque agudo de verborrea y hablaba raro y engolado. Le di un buen meneo por contestón y le mandé a la cama sin cenar. La criatura me recurrió la decisión y cuando le desestimé el recurso, me planteó una recusación... a mí, a su propia madre!!! Me lo llevé enseguida a urgencias por si hubiera algún remedio para solventar el contagio. Pero era demasiado tarde, estaba infectado del virus de la abogacía y contra esa enfermedad no hay remedio.
+10“Me siento orgulloso de ser abogado, de esta denodada forma de ser que llevo en el ADN. No curaré ninguna pandemia ni descubriré ninguna vacuna pero el poder de solventar problemas ajenos tiene un valor inconmensurable. La enorme responsabilidad que asumo diariamente resulta directamente proporcional a la importancia de mi profesión. ¡Qué sería de mis clientes sin mi trabajo y mis desvelos!"
Pecho henchido y ensimismado en estos pensamientos, sin darme cuenta, alcancé el límite de la ciudad. La curiosidad por el leve meneo de unas ramas me animó a adentrarme en una pradera que no recordaba haber visto antes. Llegué hasta un tenderete. “Tu vida sin ti” rezaba el cartel. Pagué diez euros y una misteriosa adivina activó su bola mágica. Imágenes en HD de mi familia, amigos y clientes. Pasé de la sorpresa a la decepción. Sin mí y sin mi bufete, el mundo seguía girando.
+32Mi cliente y yo esperábamos al nuevo procurador para facilitarle la documentación. Con las pruebas de ADN lograríamos solventar el problema y él sería exonerado de cualquier relación con el agresor. Estaba claro, las pruebas eran circunstanciales, lo habían detenido, esencialmente, porque era un inmigrante.
- Los prejuicios raciales son una pandemia en esta sociedad. – dije acomodándome frente a él en el sofá de mi despacho- se expanden como una plaga de conejos en una pradera.
Aurel asentía a mis palabras. Los dos vestíamos parecido, él era un rumano de tez blanca y yo un español con la piel de ébano. Quizás por eso, cuando entró el procurador, se dirigió a él para solicitar los documentos. Preferí sonreír.
- También hay camareros que sirven la cerveza al hombre y el cortado a la mujer. – Añadí - Como te decía, a esta sociedad le hace falta un buen meneo.
+4Ayer murió el último fiscal. Jueces quedarán ya pocos (recuerdo que los procuradores desaparecieron al comenzar esta insólita pandemia). Alzo la mirada insomne y se me antoja que un brazo poderoso ha barrido un tercio de las estrellas del firmamento; creo oír trompetas desaforadas que quizás anuncien el fin del mundo para esta misma noche tórrida. Alcanzo cualquier legajo y lo meneo a modo de abanico mientras me imagino en una pradera fresca, perlada de rocío. Ojalá supiera explicar este calor pestilente o cómo solventar el colapso de la Justicia. Pero soy un simple abogado que, como otros miles de colegas, no consigue llevar sus casos hasta la vista oral. ¿Por qué habremos sobrevivido nosotros a las plagas? ¿Será el ADN?
+13Lo cierto es que en el juicio me llevé un meneo de primera. No pude solventar ni de lejos ni una sola de las cuestiones jurídicas que se plantearon. Y yo pensaba que llevaba las leyes en mi ADN, pero nada más lejos de la realidad. Es posible que mi sitio esté fuera del ajetreo de la ciudad, del caos, del ruido, de los teléfonos móviles... el bullicio es tal que parece una pandemia sin fin. Entonces pienso en construirme la casita en el pueblo de mi abuela, olvidarme de todo y revolcarme en la pradera como si tuviera siete años otra vez. Luego me veo con la toga puesta, recuerdo que soy el Juez y que por mucho ridículo que haya hecho en mi primer caso, a partir de aquí sólo puedo ir para arriba.
+3Las últimas noticias eran desalentadoras, una mutación del ADN había propiciado una pandemia a nivel mundial, la economía había colapsado, la casa de papel se derrumbaba y la desesperación comenzaba a inundar los siete reinos.
No cabía recurso, y la sentencia condenando a la humanidad a vagar por una pradera de destrucción era firme. Ahora ya es real, "el invierno está llegando".
Había llegado el día, y como integrante de "Walking Dead Abogados" tenía la obligación de solventar el problema. Sabíamos como hacerlo, y sin duda, lo haríamos.
Algunos compañeros habían caído ya: Chandler, Phoebe, Joey os echaremos de menos, -mascullé-.
De repente, sentí un meneo tal que me sacó del ensimismamiento en el que me encontraba y alcancé a ver a mi mujer...que me despertaba.
- Rafa -me dijo riendo- tanta serie no es buena...pasa a vestirte que tienes vista.
- La toga is the new black, le contesté.
+6El abogado por fin se atrevió a salir del despacho situado en el sótano de su vivienda convertido en una especie de burbuja-búnker; llevaba allí seis meses aislado día y noche estudiando complejísimas fórmulas albergadas en el ácido desoxirribonucleico (ADN).
En esta mañana extrañamente luminosa, subió a la última planta para darle un meneo a su antena parabólica, orientarla hacia el satélite Yasthar1A, y mantenerse comunicado con el mundo exterior donde reina una pandemia de peste bovina que asola la inhóspita región.
Encaramado en su tejado, observa la verde pradera irlandesa donde las gordas y brillantes vacas pastan a su antojo. Desde su atalaya divisa un horizonte poblado de tumbas coronadas con cruces; un cementerio católico que le recuerda las familias que acudían a él para solventar problemas hereditarios. Hoy, sólo los negros pájaros revolotean sobre ellas avisando cuán breve es la vida y el futuro incierto que nos cobija.+2Heidi acudió a mi despacho a primera hora para solventar la herencia de su abuelo. Ahora mismo, me arrepiento de haber sido tan cruelmente realista. Sobre todo cuando comenzó a hablar sobre los derechos de cierta casa de la pradera.
—Sí, Heidi, eso está muy bien, pero, comprenderás que hay quien discute tu legitimidad en la herencia, ¿no?
—Sí, está el problema de ese tal Marco. ¡Qué dolor de cabeza!
—Por no mencionar a Ariel, a Aladín, a Simba...
—¿Simba? Por Dios, ¡si no es más que un león!
—Comprendo, comprendo... En fin, creo que sería conveniente hacer una prueba de ADN. Ya sabes, para despejar dudas. No vaya a ser que a alguien le dé una ventolera. Sé que es un hecho notorio que eres la nieta, pero, vaya...
—Litigar es una pandemia —sentenció.
La anciana se fue con el rostro aletargado. Me arrepiento de haber sido tan crudo.+6Me cogió bruscamente por las solapas de la gabardina y me propinó un buen meneo contra una columna del Palacio de Justicia. A su padre y a su abuelo les pasaba igual, como si asociada a su ADN hubiese una especie de pandemia que les impulsara a ser violentos. Los míos tampoco iban a la zaga, por lo que, tres generaciones después, aún estaba sin solventar la escritura de una hermosa pradera, colindante a ambas familias. Cuando iba a partirme la cara con su puño, lo miré fijamente a los ojos y le dije: Mariano, así no. Nosotros tenemos que dar ejemplo de nuestro oficio. Somos abogados y esto lo tenemos que dirimir ahí dentro.
Lo que yo no sabía es que él nunca terminó Derecho y que se ganaba la vida como boxeador profesional.+27Que no, de ninguna manera, a pesar de que se haya extendido, como si de una pandemia se tratase, la idea de que los análisis de ADN son una suerte de bálsamo de fierabrás, con carácter absoluto e infalible, mal que nos pese, se configuran como una mera prueba más, que ha de ser valorada en términos indiciarios y probabilísticos. Debe darse un meneo Señoría, que no puede su colectivo ampararse siempre en la desidia de una labor jurídica burocratizada y desganada, pretendiendo así que sea el perito quien determine la culpabilidad o no del acusado, pues, antes al contrario, es usted el único competente a tal efecto. Mi representado ha facilitado una explicación verosímil que justifica con plenitud la presencia de sus perfiles genéticos en la pradera, lo cual, si estamos aquí para hacer Justicia, nos conduce necesariamente a solventar el litigio declarando su inocencia.
+1Con lo grande que era el Campus: una pradera de 50 Ha, tuve que fijarme en Rosalinda, estudiante de biofísica.
Cuando aquella pandemia colapsó las urgencias de decenas de hospitales, ella logró solventar el caos con un suero. Sintetizado tras horas de “meneo” de acetilcisteína, uvas y nueces de macadamia. Tanto talento me hechizó. Yo concluía un máster en Penal y ella estudiaba genética. Alquilamos un estudio; nos casamos y, cuando supe del embarazo, lloré.
Pipe resultó un genio. No exagero. Éramos moderadamente felices hasta que varias dotaciones de agentes especiales irrumpieron en casa. Al parecer, el ADN del niño fue sustraído de un laboratorio soviético que lo tenía patentado. Ella desapareció, me acusaron de espionaje, de piratería, de plagio... Estoy desolado, mis padres me aborrecen, los rusos exigen la custodia de Vladimir —ahora lo llaman así— y no sé argumentar mi defensa. Con lo grande que era el Campus…
+52- ¡Ojalá te mueras!
Corría el año 1992 cuando tales palabras salieron de su boca como proyectiles, acompañadas del estruendo de una puerta cerrándose con un violento meneo.
Tres meses después, mientras agarraba su mano como un náufrago aferrándose a su tabla salvadora, aquel grito cobró la forma de un deseo concedido. Sus súplicas no pudieron solventar la situación. Como una broma de la vida, su madre le otorgaba, como desde que nació, lo que había pedido. Se fue, dejando cojos un bufete y una familia.
Le conocí en el año 2012, en un congreso sobre limitación de la libertad en supuestos de pandemia. El bufete conservaba el nombre de su madre. Él llevaba el litigar en su ADN. Tomamos un café en la terraza del Hotel, frente a una florida pradera. Le pregunté por su vocación. Fue conciso.
- Una vez cometí un delito imposible. Estoy cumpliendo cadena perpetua.+5No supo defenderlo bien; “el Descosío” fue condenado largamente a prisión por su ADN cuando la pandemia y prometió vengarse. El Letrado sabía que no exageraba, pues “el Descosío” era hombre de palabra. Durante años temió su salida de entre rejas. Hoy lo ha visitado en su despacho: “Cuando ese viejo reloj dé las doce campanadas, morirás”. El Abogado sabe que no serviría recurrir a la policía. Ha visitado en la pradera viejos contactos para solventar la amenaza, disuadir al asesino. Ha intentado esconderse, huir, defenderse. Sabe que el Descosío” es hombre de palabra. Sería literal en lo dicho. Literal, literal,... ¡Eso es! El Abogado vuelve al despacho poco antes de las doce, abre la portezuela de la caja del reloj, y detiene el meneo del péndulo. De esta manera no pueden sonar las doce campanadas y su pena de muerte se aplaza, pues el “Descosío” es hombre de palabra.
+7Registro entrada de un escrito de queja, adjuntando croquis explicativo a cuatro columnas (año, estado procesal, observaciones, denominación actual del despacho):
- 1992: Encargo partición de herencia de mi tío. Lo Intentará solventar amistosamente. Placa de latón: DEMETRIO BRONCHALES MARTÍN Abogado.
- 1999: Inventario. Desacuerdo por la pradera recalificada urbanizable, y un supuesto primo de Albacete. Bufete Bronchales.
- 2002: Juicio. El ADN prueba que el albaceteño no es hijo del causante. Prometen dar “un buen meneo” al asunto. Banderola: ASESORÍA BONCHALES: Divorcios, desahucios, impagos, herencias, indemnizaciones, fiscal, laboral y contable.
- 2010: Apelación y Casación. Ganamos... pero sigo sin herencia. Me recibe su hijo, quien se excusa con “la pandemia de las dilaciones indebidas”. Metacrilato: Bronchales & Bronchales Asesores.
- 2013: Ejecución. Me piden paciencia. Acero mate, con acrónimo: DEBROMA Lawyers, Mediators, Tax advisers & Runners.
- 2017: (En blanco) No me atrevo a entrar. Luminoso: DEBROMA-CHEN, BAZAR JURÍDICO.
+33Lo de su hijo era un buenismo ingenuo de personaje de “La casa de la pradera”. Él tuvo que solventar dificultades desde muy joven y la primera la de su propia economía. Pocos juristas amasan una fortuna tan inmensa en tan poco tiempo. Tenaz, expeditivo, un tiburón de cuello blanco con instinto destructor ¿Cómo podía haber engendrado un heredero así? Pura carne de colleja necesitada de un meneo constante para ponerse a funcionar.
Exhaustivas pruebas de paternidad le condujeron al divorcio y a confirmar sus temores. No había duda: era suyo. Entonces apareció su obsesión por financiar un proyecto para encontrar los genes del ADN de abogados como él, ausentes por completo en la herencia de su vástago, pero algo falló.
Una muestra del material genético hizo mutar el retrovirus que originó la pandemia: la enfermedad letal que destruye a quien la contrae y a todos los que tiene cerca.+12Salí de mi casa de la pradera con destino al pueblo, al bufete del abogado. No iba a solventar ningún tema controvertido sino a darle las gracias, en mi nombre y en el de los pocos que quedábamos como yo, por defendernos.
Para no olvidar nada de lo que quería decirle lo escribí todo en un papel que guardé en uno de los bolsillos de mi pantalón. Y durante el largo trayecto que hice a pie, fui memorizando lo escrito sacando cada poco tiempo el papel, releyéndolo y volviéndolo a guardar con el rápido meneo de mano que hacen los magos.
La última vez que repase lo escrito fue antes de entrar en su despacho. Saqué la nota, respiré hondo y leí: “Gracias por defender nuestros derechos, por no considerarnos una pandemia a extinguir. Gracias por entender que solo nos diferencia de los demás un cromosoma más en nuestro ADN”
+4Una ventana negra oculta la pradera verde y el cielo azul. El abogado alterna la mirada entre el fondo de pantalla estándar y el joven informático que, concentrado, hace girar un bolígrafo sobre el índice y el pulgar, mientras con la otra mano manipula el ratón. Esboza una mueca, incapaz de solventar el desastre.
La infección inicial se ha convertido en una pandemia que ha arrasado los archivos, que contenían toda una carrera profesional, y especialmente la carpeta llamada "Álex", piensa el abogado, que finalmente, se decide a preguntar:
- Hay alguna posibilidad de salvar algo?
- Me temo que no. El meneo ha sido tremendo. Está frito. Kaput.Esa noche el abogado sonríe, mientras devuelve el disco duro al cajón donde su exsecretaria guardaba, bajo llave, las pruebas de paternidad y ADN del maldito Álex.
+11Daba gusto ver al muchacho, veloz como un ratón de pradera, moviendo ávido su ficha por las calles del abogapoly. Resultaba terco como un burro en su afán de recurrir cuando sus contrincantes lanzaban el dado fuera del espacio legalmente estipulado. También se mostraba preciso como un estudio de ADN al solventar desajustes en sus minutas en abogadeuros. Si al robar de las cartas del centro le llovían querellas que, como una peligrosa pandemia, ponían en peligro su mundo de cuatro bandas (Códigos Civil y de Comercio, Estatuto de trabajadores y Constitución), daba un meneo al cubilete y evitaba la cárcel con hábil maniobra. Y si le preguntabas qué quería ser de mayor, no dudaba. Lo paraba todo. Te miraba fijamente a los ojos conteniendo el aliento y gritaba algo así como: «¡Compro título preliminar de la Constitución! ¡Te toca!» Y vuelta a correr los dados: Allí estaba la respuesta.
+1Acreditadas investigaciones demuestran que un alto porcentaje de jóvenes eligen sus estudios mediatizados por las series del momento. No es de extrañar, pues, la pandemia de médicos y abogados que abarrotan actualmente nuestras calles en busca de empleo. Pero lo suyo, lejos de ser vocacional, no es más que una mera mutación en el ADN producida por la repetida exposición a los rayos catódicos emitidos desde las entrañas del televisor. Esto es intolerable para el prestigio de una profesión como la nuestra que siempre se ha caracterizado por su afán de servicio a la sociedad.
En aras de solventar estos problemas, y los que acarrearán las próximas generaciones, que, permítame la expresión, Señoría, pintan fatal, solicito darles un buen meneo a las cadenas y condenarlas a sustituir sus series, y muy especialmente las de vampiros, lobeznos y mutantes, por Verano azul y La casa de la pradera.+35Detuvo su montura. Sus huesos necesitaban descanso, tras el meneo de la veloz cabalgada. La ciudad yacía a sus pies. Desde aquel alto se veían nítidamente las columnas de humo. Cadáveres incinerados. Una imagen habitual desde la llegada de la devastadora pandemia a través de la pradera danubiana. Eran tiempos apocalípticos. Pensó en su insólito encargo y en si lo podría solventar con…vida.
Mientras, dentro del recinto amurallado, el reo asía con fuerza los barrotes de prisión. El mundo estaba loco. Los siervos huyen de los campos, se resquebraja el vasallaje, la Corona languidece, luchas intestinas señoriales, los Papas en Aviñón… Sólo podía encomendar su caso a un discípulo del santo bretón. Nadie actuaría con mayor probidad, honradez y entrega. Valores –diríamos hoy– inscritos en el ADN de ese incipiente colectivo de juristas.
Se abrió la puerta de la celda.
- Majestad, el abogado de pobres está aquí.
+10EL RAPSODA
María Fariña Caamaño · PontevedraRapsoda de la ley, lo que me pasa/ me lleva de la culpa al regodeo,/ me arrastra al desacato y al meneo/ bipolar de lo trágico y la guasa.
Lo que a mí me acontece es demasiado,/ que solventar en verso, compromete:/ un petitum trovado, un periquete/ con la rima, la estrofa y el pareado.
Lo digo ante el juzgado: Ya al principio/ no me iba la prosa aunque quisiera/ y me hice un rimador de la pradera/ que hasta en el otrosí pegaba un ripio.
En pandemia de hechos asonantes,/ convertí en cuartetos mis escritos/ y estribillos legales no prescritos/ se hicieron mis asuntos más constantes.
Por todo, y aunque ahora me condene,/ antes de que la métrica me agote,/ admito que me siento hasta el cogote/ de llevar tan rimado el ADN./ Renuncio en consonante, me conviene;/ y me jubilo al fin con estrambote.+3Las manecillas del reloj de la sala de espera jugaban a hacer malabares, mientras mi compañero de estancia escondía la mirada. La situación era inédita, un meneo al sistema judicial sin precedentes, que nadie sabía cómo solventar; en la revisión médica nos habían inoculado un virus muy contagioso y había que evitar que la pandemia afectara a toda la judicatura: todos los vacunados habían incurrido en graves faltas. ¿Casualidad? Quizás, pero los abogados implicados mostraban problemas de comprensión, físicos... Frente a mí, el magistrado que, como yo, acudía al médico para comprobar los efectos de la vacuna, me comentó: ojalá no afecte al "DAN", afirmó. "ADN", rectifiqué. Dislexia, afirmé para mis adentros. Soy optimista, veo mi futuro tan verde como la pradera de ese cuadro, concreté. Nadie se percatará de mi daltonismo, pensé satisfecho, mientras él asentía y sonreía socarronamente frente a la imagen enmarcada de... el "Gernika" de Picasso.
+47La alarma cundió como un reguero de pólvora. Oleadas de zombis con toga negra deambulaban por todas partes. El presidente de la nación llamó a la calma: “Lo vamos a solventar en un periquete”, dijo. Una comisión especial formada por médicos y biólogos trabajaba sin descanso. Los análisis de ADN no ofrecían dudas. Se trataba de una pandemia. El presidente volvió a dirigirse a la población: “No hay de qué preocuparse, son inofensivos, ni muerden ni atacan, pero mejor no acercarse a ellos, se les nota cabreados”. Los periodistas se frotaban las manos, aquel meneo les dispensaba un filón informativo descomunal. Todo el país seguía el asunto de los zombis. Obnubilados caminaban hacia un lugar común, eso era evidente, pero ¿hacia dónde? La respuesta apareció en un titular: “En una pradera, a la afueras de Madrid. Son abogados que han perdido el juicio. Solo quieren recurrir ante el Supremo”.
+1Al salir del colegio encontré un curioso lagarto. Papá, que dice que adoptar animales forma parte de mi ADN, permitió que me lo quedase hasta que mamá regresara de viaje. Ella es cariñosa, lista y abogada. Solo tiene dos defectos: odia a las mascotas y ve demandas por todas partes.
Mamá volvió antes de tiempo porque un juicio no se celebró. Al encontrarse a Darwin imaginó enfermedades y una pandemia –a saber qué es eso-, denuncias de particulares y requerimientos de la autoridad sanitaria. Escoba en mano, amenazó con propinarle un “meneo mortal” si no me lo llevaba –mamá combina palabras cultas y vulgares-. Tuve que soltarlo en una pradera lejos de casa.
Darwin me ayudaba con los problemas de química, que tanto me cuesta solventar en mi camino para ser bióloga naturalista, pero sé que estará bien con los suyos, que vinieron a buscarlo en una nave diminuta.+27Las preguntas de mi hijo, los baches del camino y el meneo del vehículo me transportan a otra pradera, otro tiempo, otro mundo… ¡aquel que cambió mi vida y enderezó mi juicio! Un lugar donde palabras como “damnificados”, “carencias”, “muerte” o “pandemia” surgían conforme las terribles inundaciones asolaban el país… Mientras, a miles de kilómetros, esa agua embarrada ayudó a lavar mi conciencia y enjuagar el ADN de nuestra acomodada e indolente familia. Porque al unirme al convoy humanitario (con la egocéntrica inteción de solventar mi aburrimiento existencial) lo que conseguí fue encauzar mi futuro…
—Papá, cuando trabajaste de voluntario en aquella inundación, ¿ya sabías que ibas a estudiar Derecho? ¿Por qué supiste que querías ser abogado? ¿Cómo te diste cuenta que querías luchar por los derechos de los demás? Yo también quiero defender a la gente. ¡Voy a ser abogado como tú!… Papá, ¿por qué sonríes, en qué piensas?
+24Manolo parecía llevar incorporado en su ADN un imán que atraía hacia sí, a modo de pandemia, los asuntos más estrambóticos.
Como experto abogado que era en Propiedad Horizontal, había sido contratado para asistir a la junta ordinaria de la comunidad donde radicaba su despacho profesional. Pronto pudo comprobar que aquella jauría humana poco iba a necesitar de sus conocimientos técnicos. Tirando de pragmatismo, decidió entonces adoptar la postura de ese espantapájaros que, impertérrito ante los meneos del viento, se limita a vigilar que la fértil pradera no amanezca hecha un páramo.
La elección de presidente fue la cuestión más candente. No había manera de solventar las discrepancias entre los propietarios, reacios todos a ocupar el cargo. Hasta que Manolo atisbó la solución: el sorteo.
Y así, por medio de la insaculación, resultó elegido don Arsenio; quien, emocionado, improvisó un discurso: “Estimados vecinos, gracias por la confianza en mí depositada”.
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