DOCE CAMPANADAS PARA MORIR
JOSE MIGUEL RUBIO POLONo supo defenderlo bien; “el Descosío” fue condenado largamente a prisión por su ADN cuando la pandemia y prometió vengarse. El Letrado sabía que no exageraba, pues “el Descosío” era hombre de palabra. Durante años temió su salida de entre rejas. Hoy lo ha visitado en su despacho: “Cuando ese viejo reloj dé las doce campanadas, morirás”. El Abogado sabe que no serviría recurrir a la policía. Ha visitado en la pradera viejos contactos para solventar la amenaza, disuadir al asesino. Ha intentado esconderse, huir, defenderse. Sabe que el Descosío” es hombre de palabra. Sería literal en lo dicho. Literal, literal,… ¡Eso es! El Abogado vuelve al despacho poco antes de las doce, abre la portezuela de la caja del reloj, y detiene el meneo del péndulo. De esta manera no pueden sonar las doce campanadas y su pena de muerte se aplaza, pues el “Descosío” es hombre de palabra.
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Uf, con el Descosío, menudo pájaro.
Me gusta, enhorabuena.
Gracias, Towanda
Imagina que el letrado se guardó mucho de que ese péndulo dejase definitivamente de funcionar. Buen relato. Cuantas con mi voto.
Seguro, da gusto contar con lectores litispendientes, gracias.
Lástima que las jeringuillas del corredor de la muerte no haya péndulo que las sostenga. Muy buen relato, la salvación ha llegado puntual.
No sabría decir si el comentario es pro-penamortista o lo contrario, pero muchas gracias por él.