De turnos y oficios
Roberto Sierra Gabarda · MADRIDSentado en la comisaría espero con impaciencia mi momento. Hoy comienza mi aventura en eso que llaman el «turno de oficio» aunque con tantos parches debería empezar a conocerse como el «fin de oficio». Con paso nervioso me dirijo a la sala y conozco a quien he de defender. Un descosido pantalón vaquero, una barba propia de un brujo y un cuerpo falto de alimento me observan con tristeza. ¿El delito? Desobediencia o así lo llaman. ¿Mi pronóstico? Alguien que nunca a nadie le ha importado. Los nervios me invaden y me traicionan. Como sí de una fórmula matemática se tratase, intento encontrar los preceptos a aplicar. El resultado: nefasto. Cuando hay personas delante los esquemas no sirven. A pesar de mi desastrosa actuación, mi asistido me estrecha la mano y me agradece el tiempo. Por lo menos, dice, me has mirado a los ojos.