Abogado-man

Mercedes Daza García 

Tuve el privilegio de ser testigo de sus hazañas. El año venía protagonizado por una devastadora alergia que causaba estragos en la ciudad. La gente estaba especialmente irascible, lo que provocó un revuelo de demandas y denuncias. Nadie soportaba nada, ni a nadie. No olvidaré aquella imagen grabada en mi retina, un hombre volaba envuelto en una brillante toga negra, cubriendo de esperanzas las calles. La gente comentaba que fue un antiguo soldado. Su misión era impartir justicia. Recogía a delincuentes y víctimas, los presentaba ante el juzgado, les tomaba declaración y misteriosamente conciliaba a los irreconciliables. La justicia nunca antes había sido tan ágil. Su retórica y facilidad para hallar solución a la mayor de las contiendas, provocaba la admiración del pueblo. Desgraciadamente, nunca llueve a gusto de todos, los altos cargos del juzgado se vieron obligados a presentar un escrito de dimisión, no soportaban su escandaloso protagonismo.

 

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