Perder el juicio

Luis Enrique Maciel Delmás 

Mientras limpiaba sus gafas y leía el escrito pensaba: «¡Por dios! ¿Qué he hecho yo para merecer esto?» El abogado del diablo sentía que no era más que un soldado de la burocracia. Le tenía tanta alergia a la justicia como al bien y al mal, pero sobre todo al papeleo. Era testigo de como diariamente llegaban millones de denuncias contra su jefe. Lo acusaban de ser el culpable de todos los males de la humanidad. Lo que significaba que siempre tenía que comparecer ante la justicia divina. Lo más gracioso era que casi todos los crímenes y masacres, habían sido cometidas en nombre de dios y no en el de su cliente. A veces pensaba en mandar todo al infierno. Porque era malo ser el diablo pero peor era representarlo. Tenía que hacer 666 veces al día la misma declaración: “No hay bien que por mal no venga”

 

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