EL FIN DE UN CIRUJANO
JOSE MANUEL BREA FEIJOOCuando el juez dictó su radical sentencia, mi mundo se vino abajo. Hasta sentí la cariñosa palmada de mi abogado como un sonoro reproche en la espalda. No había consuelo para quien entregara los mejores años a lo que más amaba. Ni la intención de apelar que mostraba mi letrado podía levantarme el ánimo. Me daba cuenta de que todo había concluido. E hice un rápido repaso existencial… Había logros personales y profesionales, una línea de felicidad apenas quebrada. Miles de intervenciones exitosas, agradecimiento de pacientes, reconocimiento de colegas, aplauso de ciudadanos. Y un día, por error –acaso por cansancio–, el bisturí cortó la arteria del paciente, que se desangró irremediablemente; fue inútil el intento de hemostasia. Mi carrera se había acabado (significaba la expulsión del Cuerpo de Cirujanos), y también mi vida… Es cuanto puedo decir, antes de administrarme la inyección letal que elimine mi sufrimiento.