El primer juicio

Juan Antonio Cotaina Arlandis · Oliva (Valencia) 

Bruscamente todo empezó a girar. La sala que entendía el pleito se transformó en algo irreal,  perdiendo su longitud y profundidad. Como una maqueta  que se retorciese dentro de un enorme reloj de arena; personas, legajos, mobiliario y togas convergíamos hacia un mismo punto. El  disimulado carraspeo del Sr Procurador  acelero el tránsito por el cuello  de  toda aquella masa deforme, de la cual  yo formaba parte;  precipitándonos irremediablemente , y a mi pesar,  a la ampolleta  inferior donde  reinaba el caos más absoluto. La diosa Themis colérica y desprovista de la venda buscaba afanosamente su balanza para reponer el equilibrio, mientras yo nervioso recogía aquellos escritos periciales  y anotaciones manuscritas que una y otra vez volvían a caer. Aquella voz  no me ayudo en nada: “Señor Letrado, estamos esperando su informe- Sentenció la Juez que añadió por lo bajini al Secretario judicial – ¡Que condena con los primerizos!”

 

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