Ante el semáforo

Antonio Díez Núñez · Valladolid 

Llegaba tarde al bufete. Casi olvido el birrete y me detuve ante un semáforo. Solté una palabrota. Varios magrebíes se abalanzaron ofreciéndome pañuelos. Uno de ellos, haciéndome aspavientos, me informó que había pinchado. Observando mi nerviosimo, se ofreció para ayudarme. Acepté desconfiada mientras él, sonriendo abiertamente, resolvió mi problema. Quise pagarle pero gentilmente lo rechazó:“Ahmed cobra trabajo, no favor”. Agradecida, me despedí. Cuando pasaba por el lugar, hablábamos de sus sueños: regresar a casa triunfador, celebrar su boda… Con orgullo me mostró, atada al semáforo, una bolsa con tierra de su país. Un día dejé de verlo. Alguien habló de su detención por carecer de papeles. Me ofrecí para defenderle pero la sentencia fue inapelable: deportación. Hoy pasé por el semáforo. La bolsa estaba rota. El viento se levantó y abrí la ventanilla permitiendo que la tierra acariciara mi rostro… Entonces escuché un claxon; el semáforo estaba en verde.

 

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