Imagen de perfilEL COMPLOT

FRANCISCO MORENO AMENGUAL 

Aunque no fuera peor tortura que el garrote vil inquisitorial, aquella mañana llegué al colegio de abogados ciertamente alterado para declarar por una denuncia que un cliente me había interpuesto ante la comisión deontológica. Cuando me notificaron la incoación del expediente me cayó como un jarro de agua fría ¡expedientado a mi edad! ¡qué vergüenza! “Ya nunca podré ser Decano” pensé –y eso que estaba a un día de jubilarme pero la ilusión aún existía-. En fin, todo cliente tiene derechos, también el de pedirme responsabilidades. Al llegar al despacho del oficial mayor, que hacía las veces de instructor, reparé en que de camino hacia él, todo el mundo me miraba, pero no a la cara, sino a toro pasado. Cuando abrí la puerta lo comprendí todo: fue un engaño ¡estaban todos! ¡era una fiesta sorpresa de jubilación, con monigote de inocente colgado en la espalda! Todo fue un complot.

 

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