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María Gil Sierra 

La primera cita con el abogado de oficio será en una semana. Demasiado tarde. Dentro de unas horas las echarán del piso. A Belinda y a sus hijas. Así que tuvo que ayudar. Por justicia o por orgullo. Quién sabe. Durante la concentración de los vecinos encontrará causas legales, piensa. Ahora debería ceder su turno al sueño. Son las cuatro todavía.

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Las cuatro de la madrugada. Cuando solía regresar su marido, recuerda Belinda. Lo pagaba con ella. El mal beber. Pero no lo abandonó por eso. Fue el día en que levantó la mano contra las niñas. Otro país. Buscar trabajo. Perderlo. Buscar. Pronto llegarán los del banco con la policía y el cerrajero. Es fundamental confiar, le aconsejan todos. Pero las esperanzas se diluyen en la oscuridad. Aunque las recupera con el día. Porque una hora antes del desahucio llama su abogada: “Lo suspendieron”. Hoy dormirán tranquilas.

 

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