Imagen de perfilJuzgado de playa

Marta Trutxuelo García 

—Zeñor nuez… —comienza la defensa.

—Su señoría, señor juez —corrige la acusación.

—Esperen, letrados, voy a colocarme la toga —tercia él, cubriéndose con una toalla.

—Zu zeñoría… nuez —puntualiza el defensor—ha zucedido un indecente…

—Incidente —corrige la fiscalía.

—¡Pero yo zoy inocente! — justifica la defensa enarbolando una cartilla escolar y escondiendo una carpeta.

—Señor nuez, digo señoría, el acusado ha actuado con alevosía, allanamiento y nocturnidad: esperó a que me durmiera bajo la sombrilla (¡hacía un sol de justicia!), cogió las llaves de casa y vació la cajita de monedas para comprar esa carpeta de Pokémon.

—¡Silencio en la playa! —interrumpe el juez. Y mirando a ambos, sentencia:—¡Condenados a dos días sin helado. Tú, querida, por incumplimiento de contrato (le prometimos un regalo por aprobar el curso), y tú, hijo, por hurto menor! —La justicia no descansa ni en verano —suspira el señor nuez toallado, digo… juez togado.

 

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