MI TURNO
PATRICIA DURÓ ALEUFue un matón de patio de escuela. Practicaba artes marciales; lo recuerdo con un escalofrío cascando nueces con los nudillos. Su popularidad creció de forma inversamente proporcional a la mía, y pronto me convirtió en objeto de sus desmanes: al menor incidente, me volteaba con una de sus llaves y estampaba mis gafas contra el suelo. Yo era el renacuajo; el que nunca jugaba al fútbol por temor a los pelotazos; el que sabía todas las respuestas, pero fingía ignorarlas para no destacar. Hasta ayer, desconocía que se hizo abogado. Me sorprendió su torpeza, el nerviosismo con el que rebuscaba entre los papeles de su carpeta, su informe balbuceante y deshilvanado… Me fijé en sus sienes cuando concluyó: le hubiera venido bien una toalla… Esbocé una sonrisa. El patio de escuela se transmutó en Sala de Vistas; la retórica determinaría la victoria, y ahora era mi turno: con la venia…
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Novedoso enfoque del conflicto entre la fuerza del Derecho y la inconsistencia de la brutalidad. Suerte, Patricia.
Esa sonrisa es contagiosa.
Adelante, estamos deseando escuchar el alegato final.
Un saludo, Patricia.
Buen relato, el rencor es una fuerza incorregible.