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LOLA SANABRIA GARCÍA 

Él era mi héroe, un fotoperiodista de prestigio. Pero, en su situación de confinamiento obligado, se aburría y no paraba de incordiar. Entre su enfermera y yo decidimos procurarle una distracción. Le aclaro que fue una medida cautelar para que no acabara cazando moscas. Se hizo con todo un glosario de términos y definiciones de criminología. Al principio nos hacía gracia verlo de día y de noche espiando con su cámara a través de la ventana. Luego comenzó a preocuparnos con sus deducciones y órdenes de registros. Decidimos contarle la verdad, señoría. Quedamos en el apartamento. No podíamos saber que había decidido sentenciar a muerte al que creía un asesino. Y ya fue mala suerte que Raymond entrara el primero. A Stella y a mí, nos dejó heladas cuando le disparó a quemarropa. Ni tiempo para explicarle a Jeff que todo había sido un montaje de película.

 

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