Imagen de perfilYo… somos muchos.

Alvaro Abad San Epifanio 

Angustiado, el confundido abogado decidía encerrarse en su apartamento, bajar las persianas y repasar todos sus libros. Se quedaba helado al comprobar su olvido en abundantes temas, así que devoraba los textos consultando frecuentemente cada dilatado glosario. A su término, solicitó convencido una medida cautelar: máximo alejamiento para el presunto sicario que le acechaba. El único juez que así lo podía sentenciar la aceptó, y desde entonces fue su héroe.
Sin embargo, resultó insuficiente y el asesino continuó merodeándolo. Imposible detenerlo.
Alguien llamó a la policía. Tras la puerta del apartamento, cerrada desde dentro, esperaban cuatro muertos: el juez, el sicario, su víctima y el abogado, pero tan sólo un cadáver, una pistola y un casquillo.
Después de repasar los extensos informes del difunto letrado, el psicólogo forense dictaminó que el suicidio derivaba de un extraordinario desorden de personalidad múltiple acompañado de esquizofrenia y alucinaciones.
Nadie acudió al funeral.

 

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