Juicios, los justos
Marta Trutxuelo GarcíaEra el último y tal condición implicaba conseguir un lugar destacado en la posteridad y, por ello, aquel juicio debía desarrollarse en condiciones de seguridad óptimas. La responsabilidad del personal de la sala era máxima: la diversidad cultural y la gran afluencia de participantes, condicionada por la tipología de proceso, hacían asimismo urgente fortalecer las medidas de control. Los cuatro jinetes, como convivientes, se consideraron «burbuja», y se sentaron juntos; Sat & As, recién llegado del Averno, echaba humo por llevar mascarilla; los representantes de las naciones mantenían el metro y medio de distancia, mirándose con recelo. Y en ese momento llegó Él, se sentó en el estrado, se aplicó gel hidroalcohólico en las manos, tomó el martillo y… tosió. Dos pruebas PCR COVID-19 después, todos los asistentes a la vista fueron confinados. «¡Bendita pandemia! Por fin se celebraría el Juicio Final», pensó Pedro, el bedel, mientras cerraba las puertas.
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Jajajaja, Marta te has pasado tres calles, porque como mañana sea la fecha elegida, nos vamos a enterar todos de lo que vale una PCR…
Felicidades por tu relato que tan bien refleja la situación que nos ha tocado vivir.
Abrazotes desde el averno… (Aquí hace una jartá de caló)
Que no lo he datadoooo!!! Vayaaaa!!! Ahí quedará la duda, ja, jaaaa!!!
Tenía ganas de hacer un juicio final un poco macarra, je, jeee…
Gracias, Guillermo, y abrazos rebotados desde el polo norte, aquí no nos quitamos la «rebequita», ja, jaaaa!!!
Marta
Marta de mi corazón, ya estás otra vez aquí, qué alegría. Brillante relato de ese merecido Juicio Final que nos acecha, con todos los citados comparecidos en tiempo y forma. Muy buena tu referencia al Ángel Caído y a Él. Estás en plena forma, amiga, rebosas imaginación, como siempre, y una fina ironía que me encanta.
Un abrazo enorme
Nicoláaaas… gracias amigo míoooo!!!
Como no nos podemos olvidar de este nuevo panorama que nos ha tocado vivir sólo nos queda reirnos de la situación, así que, esto me ha salido…
Mil gracias, como siempre por tu generoso comentario, agradecida hasta el infinito y mucho más!!!
Que pases un resto de verano estupendíiismoooo!!!
Muxu handi bat
Marta
Que bueno, Marta. Que bien has sabido mezclar el «más allá» con el » aquí y ahora».
Enhorabuena y mucha suerte.
Mi voto y un beso.
Gracias, Ana!!!
Este «más acá literario» es más divertido que el «aquí y ahora» que nos toca últimamente…
Suerte para ti también!!!
Un abrazooo
Marta
Tengo para mí que el maldito virus es obra de Sat & As (quizá mejor Ass); vamos, del Diablo (en versión china). Así que… dejémonos de vacunas y que intervenga San Miguel.
Gracias por regalarnos otro de tus micros a pesar de ser ya finalista. Alguno va a decir: “Marta, micros, los justos”.
Mi voto, Martutxu, y un “codacito” (que la cosa del Bicho está mu mala).
Gracias, Manuel!!!
Mira que había pensado poner «Sat & Us»… pero por si alguien no sabe inglés…
Me apunto el título de «Micros, los justos»… es que tengo debildad por este concurso… ya sé que no me van a premiar más pero, me hace ilusión participar y si me seleccionan, ni te cuento!!!
Codacito leve pero sincero para ti también, amigo, espero que estés totalmente recuperado!
Un abrazo
Marta
Enhorabuena Marta, esperemos que sea justo ese juicio final que nos espera…
Por ahora seguiremos con los buenos relatos como los tuyos, suerte y cuenta con mi voto.
Saludos.
Mil gracias, José Manuel!!!
¿El COVID nuestro final? Espero que te equivoques, pero igualmente enhorabuena por tu relato!
Es un cuento, Alejandrooo… cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia!!!, je, jeee
graciaaas!!!
Qué bueno, Marta. Estoy de acuerdo contigo en que hay que reírse de esta situación, porque la alternativa es agobiarse y eso sí que no. Por suerte, la escritura nos permite darle la vuelta a situaciones como esta que nos ha tocado, gracias por ponerle una sonrisa al comienzo de mi día ;)
Besos y mi voto.
me alegro de haberte alegrado el día, Ana!!!
Un abrazo
Marta
Y mil gracias por el comentario!!!
Genial micro, Marta. Enhorabuena.
Muchísimas gracias, Rosalíaaa!
Un abrazo
¡Me parto! ¡Menudo juicio final! Cuando le llegue el turno a tu imaginación, te condenan seguro, por abusona.
Una genialidad de las tuyas. Hasta que llegue el momento, a disfrutar del verano.
Un abrazo, Marta
Hola, amigos:
Comparto mi versión de una historia que me contaron, pero no conozco su dueño.
ABOGADOS EN APRIETOS
El caso no revestía gran dificultad para el juez, los miembros del jurado y los dos abogados. A todas luces era previsible que el caso terminaría con la absolución del acusado, no obstante, debían darle trámite al proceso para cumplir con los requerimientos del aparato legal.
Para los testigos y el acusado que serían llamados al estrado, así como para los asistentes, comparecer en ese juicio público era una oportunidad para salir del aburrimiento cotidiano de Malagua, un pequeño pueblo incrustado en los Andes.
Después de la presentación del juez y demás intervinientes, el llamado al orden y las recomendaciones de rigor, el fiscal presentó a doña Amelia su primera testigo, una mujer octogenaria de andar lento. Cuando se acercó al estrado, el policía la tocó con la intención de ayudarla a subir, entonces lo fusiló con la mirada y arqueó las cejas:
—¡Yo sola me puedo! —dijo por encima de sus lentes gruesos—. Mejor hágase a un lado, ¡y no estorbe!
Algunas risitas se escucharon por toda la sala. El juez agachó la cabeza y disimuló la risa en un acto de decoro.
Después de tomarle el juramento a la testigo, el fiscal comenzó su alegato.
—Señora Saavedra, ¿sabe usted quién soy?
—¡Por supuesto! —respondió. Hizo una pausa, se acomodó en la silla y prosiguió—: sí, ¡claro que lo conozco, doctor Ochoa! Lo conozco desde que usted era un niño y francamente le digo que resultó ser una gran decepción para sus padres. Siempre miente, cree saber de todo, es muy prepotente, abusivo, engaña a su esposa y lo peor: Manipula a las personas. —Doña Amelia hizo otra pausa, tomó aire y continuó—: Además, usted se cree el mejor de todos cuando en realidad no es nadie —hizo una tercera pausa, clavó sus negros ojos en Ochoa y concluyó—: Claro está que sé quién es usted, ¡sí que lo sé!
Ochoa sacudió la cabeza, se aclaró la garganta, miró su reloj, sacó su pañuelo para secarse un sudor inexistente de la frente, levantó los ojos sin la menor idea de qué debía decir. De pronto apuntó hacia donde estaba el acusado con su abogado y le preguntó:
—¿Conoce usted al abogado defensor?
—Por supuesto —dijo la testigo mirando directamente hacia donde estaba Loaiza. Toda la sala hizo un silencio de muerte—. También conozco al doctor Loaiza desde que era un niño. Es flojo, medio pendejo y tiene un problema con la bebida, no puede tener una relación normal con nadie y es el peor procurador del Estado, sin mencionar que engañó a su esposa con tres mujerzuelas distintas: ¡una de ellas era la esposa suya! ¿Lo recuerda? —sin inmutarse siquiera, continuó—: claro que lo conozco, su mamá tampoco está orgullosa de él.
Loaiza apretó los dientes y agachó la cabeza. El Juez miró a la anciana, pero ella ya lo miraba fijo y movía la cabeza como si afirmara algo.
—¡Vengan ahora mismo los dos abogados! —Resopló el juez imperativo. Se inclinó hacia los dos abogados, como si fuera a decirles algún secreto.
—Si alguno de ustedes dos, par de imbéciles, le pregunta a esta vieja que si me conoce, yo mismo lo dejo sin bolas, cuando salgamos de este recinto.
Estos tiempos de pandemia que vivimos parecen lo más parecido al anunciado final global, señales para ello no faltan. Mientras esperamos superar ese problema concreto y peliagudo, como otros tantos que amenazan, que no nos falte la imaginación y el buen humor, como las que derrochas en tu relato.
Un abrazo y suerte, Marta
Muchas gracias, Ángel!!!
Espero poder corresponder pronto tus amables palabras con un comentario en tu relato!!
Un abrazooo
Marta
Está la cosa que arde… Apretaditos todos en la clasificación, con el calor que hace, qué barbaridad.
ya te digooo… pero el calorcito sólo se nota en la clasificación, no en el ambiente (al menos en la costa norte)
Un abrazo!!!
Es una maravilla tu relato, Marta.
Es un Juicio Final muy pintoresco .Ahí no falta ni un alma.
Además, tiene una burbuja de convivientes, gel hidro-alcohólico, hacen pruebas Covid-19…
Y cuánto me he reído con lo de los representantes de las naciones, el confinamiento de todos, y lo relajado que sé quedó el «bedel».
Enhorabuena, tienes mi voto ,y un abrazo.
Ha salido «sé «quedó el bedel»( con un acento que yo no quería), Lo siento, Marta.
Tu voto 38.
Mil gracias, Aurora!!!
Un abrazo
Marta
P.D. Ni te preocupes por los acentos o tildes que van y vienen… se borran con un poco de gel o se tapan con una mascarilla, ja, jaaaa!!!
Jajajaja. Genial reinterpretación del Juicio Final, Marta.
Mi voto y un abrazo!
gracias, Gabriel… llevo una temporadita de escritura reinterpretativa… año tuneador me ha tocado, je, jeeee!!!
Me alegro si te ha gustado…
Ánimo con tu relato sobre la ceguera… metafórica y real!!!
Un abrazo
Marta
Llegó un poco tarde a contarte, pero al juicio final todos llegaremos a tiempo. Me gusta tu Sat & As. Parece un colega. Por cierto, ¿conoces de algo al bedel? Pásame su número. Tu imaginación no tiene final.
Tarde pero seguro… a contarme o a comentarme, como quieras, bienvenido siempre, Angel!!!
Efectivamente, Sat & As es colega de profesión (de la tuya, y de la mía cuando se pierde un expediente, je, je…)
Te paso el contacto del bedel, negará tres veces que me conoce, pero él es así de inseguro; pero sabe guardar muy bien las llaves, en eso tiene una conciencia pétrea…
Gracias mil, amigo… te echo de menos por estos lares, snif…
Espero que estés disfrutando del verano!
Un gran abrazo! Hoy con sol (pero con rebequita, que a estas horas aún…)
Marta
Iba a decir que Dios te acompañe, pero veo que está fuera de lugar y lo mismo te retira la parte contraria su maléfico apoyo que, oye, nunca se sabe de donde puede venir la ayuda. Un beso Marta y mi voto para tu Sat and cia.