Imagen de perfilLA MÁQUINA DE LA VERDAD O QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO

MANUEL MORENO BELLOSILLO 

La noticia de la invención de la máquina de la verdad definitiva, un sofisticado artefacto capaz de leer las mentes, suscitó diversidad de opiniones en la comunidad jurídica, reabriendo el rancio debate entre los que abogaban por la seguridad y los que abogaban por los derechos fundamentales. Los primeros apoyaban su implantación urgente en los juzgados para fortalecer el sistema procesal y los segundos estaban en contra pues su utilización suponía una fragrante infracción del derecho a la intimidad, derecho que precisamente era responsabilidad de las instituciones preservar.
La presentación del invento al público levantó mucha expectación. Hubo políticos, canapés, científicos, emparedados, periodistas, vinos, juristas… El dicharachero presentador del evento alzó la tela descubriendo la máquina y provocando un gran “ooooooooooooooooooooooooh” en toda la concurrencia. Pero cuando el ocurrente presentador pidió que alguien del amable público subiera a probar el infalible invento, nadie, absolutamente nadie, se ofreció voluntario.

 

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