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IÑAKI TORRES MARTÍNEZ · BIZKAIA 

La IA se personaba en pantalla con el gesto distante de una cara hecha con millones de caras, dejándolo claro desde el principio: el manifiesto no incluía ningún artículo sobre su responsabilidad en caso de errores: no tenemos personalidad jurídica, derechos ni obligaciones. Y, sin embargo, repuso el letrado, sus acciones estaban desligadas de sus creadores, recordando el famoso slogan: programar es crear seres libres. Y, siendo libre, la IA había provocado la ola de suicidios generada por un error de medicación.
La IA objetó haber actuado sometida a un fuerte estrés por la corriente depresiva que sufría la población, una vez perdidos sus trabajos, y que la renta básica concedida para compensarlo, inesperadamente aumentaba la enfermedad.
Ese problema no era más que la punta del iceberg, acusó el letrado, pues la IA, buscando una solución drástica a los problemas del planeta, justificaba así lo que había empezado: el exterminio.

 

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