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María Sergia Martín González- towanda 

Gestionar nuestra rara condición nunca resultó sencillo. Aunque debo reconocer que Mateo fue extremadamente generoso al comunicarle que quería estudiar Derecho. Tras sopesar pros y contras, decidió arrinconar su ingeniería y matricularse conmigo. Todo era perfecto: nuestras calificaciones, inmejorables; nuestros TFMs, aplaudidos; nos fichó un importante bufete antes de graduarnos y nos enamoramos a la vez de dos abogadas gemelas… Hasta aquel maldito derbi Madrid-Atleti. Que si un penalti mal pitado; que el árbitro estaba comprado… Tras las voces, comparecieron insultos y reproches y, a su bofetada, mi puño inclemente respondió impactando contra su ceja.
Pobre mamá. Cómo sollozaba en la cocina sin saber qué papel tomar ante tan dantesca escena: sus hijos, dos brillantes letrados, litigando a guantazos.
Hace días que apenas hablamos. Nuestra convivencia es ya insostenible y ambos emprenderemos acciones legales, pero mientras ultiman detalles y fecha para nuestra separación quirúrgica, hemos decidido otorgarnos una amable tregua.

 

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