XI Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilAbogados pigópagos

María Sergia Martín González- towanda 

Gestionar nuestra rara condición nunca resultó sencillo. Aunque debo reconocer que Mateo fue extremadamente generoso al comunicarle que quería estudiar Derecho. Tras sopesar pros y contras, decidió arrinconar su ingeniería y matricularse conmigo. Todo era perfecto: nuestras calificaciones, inmejorables; nuestros TFMs, aplaudidos; nos fichó un importante bufete antes de graduarnos y nos enamoramos a la vez de dos abogadas gemelas… Hasta aquel maldito derbi Madrid-Atleti. Que si un penalti mal pitado; que el árbitro estaba comprado… Tras las voces, comparecieron insultos y reproches y, a su bofetada, mi puño inclemente respondió impactando contra su ceja. Pobre mamá. Cómo sollozaba en la cocina sin saber qué papel tomar ante tan dantesca escena: sus hijos, dos brillantes letrados, litigando a guantazos. Hace días que apenas hablamos. Nuestra convivencia es ya insostenible y ambos emprenderemos acciones legales, pero mientras ultiman detalles y fecha para nuestra separación quirúrgica, hemos decidido otorgarnos una amable tregua.

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilAbogados pigópagos

María Sergia Martín González- towanda 

Gestionar nuestra rara condición nunca resultó sencillo. Aunque debo reconocer que Mateo fue extremadamente generoso al comunicarle que quería estudiar Derecho. Tras sopesar pros y contras, decidió arrinconar su ingeniería y matricularse conmigo. Todo era perfecto: nuestras calificaciones, inmejorables; nuestros TFMs, aplaudidos; nos fichó un importante bufete antes de graduarnos y nos enamoramos a la vez de dos abogadas gemelas… Hasta aquel maldito derbi Madrid-Atleti. Que si un penalti mal pitado; que el árbitro estaba comprado… Tras las voces, comparecieron insultos y reproches y, a su bofetada, mi puño inclemente respondió impactando contra su ceja. Pobre mamá. Cómo sollozaba en la cocina sin saber qué papel tomar ante tan dantesca escena: sus hijos, dos brillantes letrados, litigando a guantazos. Hace días que apenas hablamos. Nuestra convivencia es ya insostenible y ambos emprenderemos acciones legales, pero mientras ultiman detalles y fecha para nuestra separación quirúrgica, hemos decidido otorgarnos una amable tregua.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilGalletas de papel

    Carmen LLopis Fabra 

    Nunca fue fácil gestionar el trabajo desde la cocina de casa. Mi papel de abogada se mezclaba con la dulce tarea de criar dos hijos. Había días que contestaba a los clientes por teléfono con el más pequeño enganchado a la teta. Una vez me preguntaron que cómo había hecho para callar sus lloros y contesté con voz amable y arqueando una ceja que le echaran imaginación.
    Lo más difícil era poder hacer un escrito de defensa con el torbellino de tres años saltando alrededor. Quería que cocináramos un pastel. Para entretenerle le di unas hojas y una tijera de puntas redondeadas y le pedí que recortara galletas y que luego las haríamos de verdad. No creo que tardara más de un minuto en contestar una llamada y al darme la vuelta..... los autos originales que tenía sobre la mesa estaban en el horno cociéndose a fuego fuerte.

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  • Imagen de perfilTraición

    Javier López Vaquero 

    El ilustre abogado don Eutimio Alonso, a la sazón mi padre, repetía como una letanía: «Nunca desdeñes a un potencial cliente» Retumbaban en mi cabeza estas palabras cuando vi entrar en mi despacho a un individuo extraño, misterioso. Tenía una sola ceja y portaba una bolsa de plástico.
    Me entregó un papel. «Ahí tiene la fecha de mi muerte y el nombre de mi asesino. Tiene que gestionar la justicia. No me falle» Me entregó la bolsa llena de billetes y desapareció.
    Pasado el tiempo, una noticia en el periódico llamó mi atención. Habían asesinado a mi cliente.
    El caprichoso y enredador destino, condujo al presunto asesino a mi despacho. Hombre educado, amable, cuyo dinero me haría olvidar las preocupaciones para siempre.
    Llevé su defensa y lo absolvieron.
    Ahora soy rico, sin preocupaciones... Bueno salvo una: En mi cocina habita el fantasma de aquel extraño reclamando justicia con insistencia.

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  • Imagen de perfilENTRE USTED Y YO

    Eloisa Manzano Holguín 

    No sé cómo interpretará la amable sonrisa que le dedico en el juzgado. Siendo yo la encausada y usted el abogado de la acusación, pensará que estoy loca. Imagino su gesto al descubrir este papel en el bolsillo: ceja enarcada y mirada ávida de respuestas. Me recuerda tanto a él… Tuvimos nuestra última conversación en la cocina. Se despidió con un beso. Jamás regresó.

    Mi trabajo en la unidad de trasplantes me persuadió de no dejar a su corazón sin dueño. No me ayudó a gestionar la soledad; pero fue el recurso más eficiente para contestar a mi urgente pregunta: “¿Dónde?”. Quebranté las normas. Mentí. Fui descubierta, acusada. Me condenarán. Y no me importa. Ahora sé dónde está.

    Haga su trabajo. No se ablande con tribulaciones ajenas. Siempre tendrá mi sonrisa. Y cuando acaricie con esperanza la cicatriz de su pecho, avivará el último hálito de la madre que fui.

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  • Imagen de perfilDulce maltrato

    Pablo García Bartret 

    ¿Qué tendrá ella?

    Que aun sabiéndola capaz de llevarte a lo más hondo. Con tal inquina, con artificios y manipulaciones más propias de recetas de la vacía alta cocina. Con golpes, ganchos, embistes, que pondrían a prueba las cejas más pétreas.

    Que te da un papel protagonista tantas veces imposible de gestionar, forzándote a representar la entereza y la determinación en una película plagada de suspense, confusión y continuos giros inesperados.

    Que te enamora tan grácil y amable que, como hechizado, sin dudarlo, le entregas tu amor, tu tiempo y tus sueños, y una vez embaucado te abofetea sin piedad hasta que la propia sangre adquiere un sabor que agrada al paladar.

    Qué tendrá ella, esta agridulce profesión, la abogacía.

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  • Imagen de perfilEL ALEGATO

    CARMEN ANDREY MARTIN 

    El joven universitario toma notas en un papel con aire distraído mientras que la señora de rostro amable parece estar pensando si se dejó abierta la ventana de la cocina. Esto no está yendo bien, debo cambiar mi estrategia. Subo el tono de mi voz hasta rozar el límite de lo socialmente permitido y, al punto, una chica enarca una ceja en un gesto de incredulidad; el hombre de su derecha se frota las manos, presa de una zozobra imposible de gestionar. Ahora sí. Me están prestando atención.

    Termino mi alegato como abogado de la acusación, ante un Jurado que no me lo ha puesto fácil. Entonces, mis ojos se cruzan con los de la acusada. Apenas un segundo, pero suficiente para saber que la balanza se inclinará a mi favor. Y no por mí. Es por ella. Esos ojos... no pueden esconder lo que su boca ha pretendido negar.

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  • Imagen de perfilDERECHO DE ENMIENDA

    Eva María Cardona Guasch 

    Siendo de buen comer como era, pensó que la cocina sería una buena ocupación para pasar el tiempo y, de paso, redimirse de las faltas que le habían conducido hasta allí. Como aún le sobraban horas y aptitudes, ganó la confianza de sus nuevos compañeros y no tardó en organizar y gestionar una especie de servicio de asesoramiento legal al que acudían otros internos. Él les escuchaba en actitud amable, atento, arqueando notoriamente las cejas. Luego ofrecía su parecer y redactaba el escrito, instancia o recurso que consideraba adecuado. Más o menos el mismo papel que había hecho hasta entonces, allí fuera. Sólo que ahora no cobraba y no miraba a sus clientes ni con avaricia ni con superioridad. Estando con ellos entre rejas comprendió que todos merecemos una segunda oportunidad.

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  • Imagen de perfilWHATSAPP

    Javi Álvarez Mateos 

    -Señor abogado
    -Hola, señor López
    -Quiero darle las gracias por todos sus esfuerzos y por haber sido tan amable conmigo
    -No las merezco. Mi papel en esta vida es ayudar al inocente
    -Y mi corazón sabe que lo soy
    -Lo eres
    -Pero me van a condenar
    -Aún no hay una sentencia firme
    -¿Sabe?, es difícil gestionar las emociones cuando todos los indicios están en contra mía. Jamás le haría daño ni a una mosca y yo no tengo culpa de mi sonambulismo
    -Lo sé
    -No puedo vivir sin ella. Por eso ahora entraré en la cocina, cogeré mi arma reglamentaria y apuntaré entre mis cejas
    -Señor López, no cometa usted una locura
    -Creo que ya la cometí hace unos meses
    ...
    -¿Señor Lopéz?
    ...
    -¿Señor López?
    ...

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  • Imagen de perfilSambenito

    David Villar Cembellín 

    El presbítero miró al reo: contrecho, medroso, mirada gacha, sus ademanes amables apestaban a inocencia. Pero el Tribunal del Santo Oficio sabía cómo gestionar estos casos, no se iba a dejar engañar.
    —Se le acusa aquí —el inquisidor levantó un papel— de herejía.
    —Tenía hambre —repuso el reo.
    —Pero ¿comerse las obleas sagradas?
    —Previo al milagro de la transubstanciación, son solo pan.
    El presbítero levantó una ceja. ¡Caramba con el pusilánime! ¡Sabía expresarse!
    —Jamás robaría del sagrario —continuó el reo—. Pero una oblea en una cocina es apenas harina y agua.
    El inquisidor sopesó la respuesta. Cierto era que, sin consagrar, el pan todavía no es cuerpo de Cristo. ¿Pero si la función de ese pan fuese ser consagrado, no habría igualmente herejía? ¿No la había?
    Horas después, el reo salía libre con un capirote y una cruz como capa. El sambenito le abochornaba, pero las hogueras quedaban atrás.

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  • Imagen de perfilLOCURA TRANSITORIA

    Almudena Horcajo Sanz 

    Un mal día el fantasma del éxito me pilló desprevenida y me trastornó. Una sola idea se me fijó entre ceja y ceja: ganar dinero. Llevada por mi nueva situación mental, decidí dar un giro drástico a mi carrera. Dejé de ser abogada de causas perdidas, de batallar contra las injusticias, de defender a gente corriente..., y por dejar, hasta dejé de ser amable. Los nobles propósitos de cambiar el mundo quedaron sólo en papel mojado.
    Mis nuevos clientes eran gente de dudosa reputación, pero de muy buena cartera. Para gestionar sus asuntos necesitabas, al menos, tener pocos escrúpulos. Con los bolsillos llenos, salté del piso al chalé, del utilitario al deportivo, de la cocina de puchero a la de fusión, de la microeconomía a la macroeconomía y, todo ello, sin red.
    Gracias a Dios, tuve un momento de lucidez que aproveché para coger el dinero y salir corriendo.

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  • Imagen de perfilVOLVER A EMPEZAR

    Esperanza Temprano Posada 

    Me gusta comenzar bien el día. La primera palabra amable es para el portero que, como sabe que soy un nostálgico del papel, me sube la prensa escrita todas las mañanas. Ya en la cocina desayuno café endulzado o amargado con las noticias diarias y tostadas untadas con las esquelas del periódico. Fue allí donde, entre su apenada esposa y sus desconsolados hijos, me topé con su nombre. Recordaba la cicatriz que recorría su ceja, fruto de un sartenazo conyugal y también que me tocó gestionar su divorcio aunque luego no llegó a tramitarse. La última vez que le vi me confesó que no le importaría pasarse por muerto con tal de empezar una vida nueva sin ataduras. Antes de que la mermelada siguiera derramándose sobre la ubicación del funeral, cerré el periódico convencido de que muy pronto recibiría la visita de un fantasma de carne y hueso.

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  • Imagen de perfilBEST SELLER

    Margarita del Brezo 

    En el primer capítulo Ella aparece sentada en la cocina, con gesto amable, garabateando deprisa sobre un trozo de papel manchado de harina mientras un sabroso guiso borbotea en el fuego. Él la sorprende al final del segundo capítulo. Le parte primero una ceja, después todas sus historias, las que Ella escribía en secreto y las que el destino había escrito para Ella. A partir de ese párrafo las lágrimas diluyen la tinta y el argumento es ininteligible. Hasta que, a través de un margen roto por la fuerza del oscuro líquido, consigue colarse el abogado del editor para gestionar el sinsentido de esta ficción narrativa que parece sacada de la realidad. Con la ley en la mano a Él lo envían a sacar brillo a los artículos del código penal. Y Ella recupera de nuevo el protagonismo de unas páginas en blanco que aún está a tiempo de escribir.

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  • Imagen de perfilChicken masala

    Ander Balzategi Juldain 

    Me cuesta encontrar a mi madre en su propia casa, los inmigrantes pululan por ella como si fuese un zoco africano. Mi madre los acoge en su humilde piso mientras yo, como abogado, me dedico a gestionar sus papeles de asilo. Hoy hay una actividad frenética en la cocina, huele a “chicken masala” y calculo que habrá unas diez personas cocinando al mismo tiempo. Nadie repara en mí. En la sala, varios hombres discuten acalorados sobre un partido de cricket, alguno es tan amable como para enarcarme una ceja. Después de registrar las habitaciones encuentro finalmente a mi madre fumando un cigarrillo en el balcón. Estoy a punto de decirle “mamá, esto no puede seguir así”, pero ella se adelanta y me sonríe “felicidades, cariño”. Con un beso me recuerda que ese mismo día, hace treinta años, me trajo del Congo con solo dos años.

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  • Imagen de perfilLA ÚLTIMA CENA

    Sonia Hernández 

    Martin Cook era el prestigioso cirujano del Hospital Johns Hopkins, en Maryland.

    En invierno de 1981 dos de sus ayudantes desaparecieron, el mismo día, sin dejar rastro. Días después la anestesista corrió la misma suerte y Martin pasó a ser, sobre el papel, uno de los sospechosos dada su relación directa con los tres.

    Su mujer, Jodie, decidió gestionar la situación llamando a Anthony Perk, el mejor abogado del país y amigo íntimo de la familia.

    Anthony, siempre muy amable, iría la tarde siguiente a casa del matrimonio para charlar con Martin e ir preparando la cena y la defensa.

    Cuando Jodie llegó a casa, fue hasta la cocina y preguntó por Anthony. Martin, muy tranquilo, arqueó su ceja, la invitó a sentarse y contestó: «cariño, yo solo obedezco a Hannibal Lecter. Anthony se ha ido para siempre, disfrutemos de él y de esta última cena juntos. Voy a entregarme».

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  • Imagen de perfilESTADO DE NECESIDAD

    Eva María Algar García 

    Desayunaba temprano. Tras una noche de eterna lluvia, los débiles rayos de sol apenas atravesaban los visillos de la cocina, dando un aspecto a la estancia espectral. El sonido del móvil quebrantó repentinamente el silencio. Era Jaime. Esperaba su llamada, pero me hice el sorprendido.
    Apurado, me comunicó que tenía una inspección laboral en su empresa y le requerían mucha documentación; que necesitaba mi asesoramiento porque podría incurrir también en responsabilidad penal…
    Con tono amable, le dije que se tranquilizara, que yo ya le advertí que gestionar dinero en negro y pagar a los empleados con bitcoins era un riesgo, pero que aceptaría el papel de defensor de su causa, a pesar de estar hasta las cejas de trabajo en el mes de septiembre.
    Sería fácil. Ya tenía recopilada jurisprudencia favorable en casos similares. Lo complicado sería ocultar que fui yo quien lo denunció para conseguir mi primer cliente…

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  • Imagen de perfilSalmonelosis

    Sara Rodero Borrego 

    Comenzó a trabajar en la cocina del popular bar. Era una mujer amable con la clientela y cocinaba la mar de bien. Llegó para sustituir al cocinero durante las vacaciones del mes de agosto. Era habitual que cada año éste se marchara a Benidorm. Estaba agotado del trabajo y se despidió advirtiendo a los trabajadores que no le liaran nada. Como cada mañana David acudió a desayunar, enarcó su ceja sorprendido por los nuevos y apetecibles pinchos optando por dejar de lado su dieta. 8 horas después, mi cliente estaba en el hospital ingresado por una salmonelosis. -Gestionar un negocio no es responsabilidad de mi clienta y no existen pruebas fehacientes de que ese pincho lo cocinara ella, aseguró el otro abogado.- Lo que no sabía es que mi cliente, impresionado por el pincho, le había pedido a la cocinera que le apuntara en un papel la receta

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  • Imagen de perfilUN PARTICULAR DESAHUCIO

    Julia Lucía Pariente 

    Cuando entré en la cocina encontré encima de la mesa un sobre en blanco. Lo abrí y saqué el papel que contenía, arqueando la ceja incrédulo ante lo sorprendente de su contenido.

    Mi hijo, mi propio hijo, ese adolescente al que hace no tanto tenía que mecer cada noche para apaciguar su llanto, me solicitaba de su puño y letra que le devolviera la posesión de su habitación y el “lanzamiento” inmediato, con la clara intención de que dejara de entrar en su cuarto a sus espaldas para poner un poco de orden en ese desastre.

    Respiré hondo convencido de que tenía que gestionar aquella situación con el tono más amable posible. Definitivamente, los términos de aquella misiva confirmaban que mi mujer y yo habíamos hablado de trabajo más de la cuenta en las cenas familiares.

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  • Imagen de perfilEL ALEGATO FINAL

    FRANCISCA PARRALEJO PUERTA · CÁCERES 

    El abogado de la acusación particular mostraba su cara más amable y enarcaba una ceja para dirigirse elocuente y demoledor hacia el jurado, se notaba que era un gran profesional en su oficio, mientras, el público asistente en la sala esperaba ansioso para escuchar su alegato final.
    En el banquillo, el acusado se secaba el sudor con un pañuelo de papel, con la cabeza agachada, su letrado intentaba gestionar los nervios a flor de piel que surgen cuando se va acercando el final, máxime en un juicio tan mediático como éste. Una vez escuchadas toda las partes, se hizo un silencio sepulcral en la sala...
    De repente, un intenso olor a quemado invadió mis sentidos, tardé un segundo en reaccionar y salir corriendo hacia la cocina, el amasijo de carne calcinada que encontré en el horno me indicó que me había perdido el final de mi serie de abogados favorita.

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  • Imagen de perfilCalamidades

    Miguel Ángel Arana Martínez 

    Los ojos amables de mi abuela me miraron cuando entré en la cocina.
    "Hola, cariño. ¿Qué tal en el cole?"
    "Hoy nos han hablado de las profesiones".
    "¡Qué interesante! ¿Qué os han contado?"
    "Pues... no sé. Algo de que tenemos que seguir nuestra vocación y gestionar nuestros intereses... La verdad es que no me he enterado de mucho."
    Ella levantó la ceja con aire de reproche.
    "Eres una calamidad, como tu padre. ¿No te digo siempre que hay que prestar atención a las cosas?"
    "Es que me aburría. Al final, nos dieron un papel con unas preguntas, y según las respuestas daba un oficio."
    "¿Ah, sí? ¿Y a ti qué te ha salido?"
    "Abogado".
    Mi abuela suspiró, se levantó de la mesa y se puso a fregar los platos mientras murmuraba algo entre dientes. Sólo entendí una frase.
    "Una calamidad, como su padre".

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  • Imagen de perfilTESLA

    Juan José Carrillo Chacón 

    Según los peritos el incendio comenzó en la cocina. Al parecer, un rollo de papel y un cigarrillo mal apagado fueron los causantes del incendio.
    Hubo cuantiosos daños materiales y tan solo mi ceja derecha chamuscada ocupando la casilla de los daños personales al salvar a Tesla, mi mascota.
    No sabía cómo gestionar lo que se me venía encima.
    Mi abogado me había dicho que, en un hipotético juicio, la compañía aseguradora podría exonerarse de su responsabilidad civil si lograba probar el dolo o la culpa del asegurado.
    Aquello me provocó insomnio, ansiedad, alopecia, gastroenteritis crónica... Y lo peor de todo, el distanciamiento y la posterior ruptura con Sofía, mi mujer.
    - ¡Ahí os quedáis! -nos había gritado, aniquilando el rictus amable de su rostro. - ¿A ver cómo le explicas a todos que Tesla, tu querido chimpancé, es adicto al tabaco?

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  • Imagen de perfilMamá abogada

    Nieves Prieto Lavin 

    Nuestra mamá tiene cuarenta años y es abogada. Dice que no es amable que refiera su edad ni que hable de sus cosas pero me gustaría contar hoy su manía de meternos los conceptos jurídicos hasta en la sopa.
    Cuando en la cocina se quema algo porque la distraemos invoca el dolo eventual y se sacude las culpas; si echamos mal las cuentas y nos quedamos con céntimos de algún colega, nos sale con el enriquecimiento injusto; si remoloneamos con algún trato para comer judías verdes arquea las cejas y advierte: "pacta sunt servanda”. Su último castigo consiste en firmar cien veces en papel y escribir después “por centuplicado y a un solo efecto”. Y así con todo.
    Cuando la miran raro explica que hay que gestionar a los hijos para que sean ciudadanos avanzados en el conocimiento de sus derechos y obligaciones. A lo mejor no le falta razón.

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  • Imagen de perfilAbogado Top Chef

    Jesús Urbano Sojo 

    -Este plato... por llamarlo de alguna manera... no se lo daría ni a mi peor enemigo- dijo el juez del concurso, luego me miró fijamente-. Tienes que gestionar mejor el tiempo y los ingredientes. Es una basura lo que has hecho. Me da vergüenza.
    -Gracias, chef - dije amable y educado, aunque por dentro me moría de ganas por contestarle con mi habitual dureza.
    -Vuelve a tu puesto de cocina.
    Con la tez calmada, tratando de que no se viera lo indignado que estaba, regresé a mi posición. Sé que el juez solo hace su papel, pero creo que se pasa con sus valoraciones. Arqueé la ceja y sonreí. Me pregunto si sabe que soy yo quien lleva el tema de su divorcio.

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  • Imagen de perfilSERENDIPIA

    Jerónimo Hernández de Castro 

    Encerrado en la cocina no ceja en su empeño. Trabaja demasiado y el consejo familiar se convirtió en orden del cardiólogo encargado de gestionar su último infarto. Con gesto amable contempla las preparaciones que bullen ante él, vestido de blanco en lugar del negro de su toga de letrado.
    No piensa en su papel habitual, ni el juicio en curso y su atención se centra en una esferificación de verduras y cítricos. Una vez fría, la mezcla se captura con una jeringa especial para depositarla, gota a gota, en una solución de alginato que precipita en frágiles esferas, parecidas a un caviar de tonos rojizos.
    Observando ese suave viaje al fondo del recipiente todo encaja: la extorsión generalizada, la red de narcotráfico y la violencia desatada después. Quiere volver al despacho y al portátil con sus colaboradores, pero deberá esperar hasta que pase ese dolor característico en su brazo izquierdo.

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  • Imagen de perfil¿ OBLIGACIÓN O DEVOCIÓN ?

    Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

    Insistí para que estudiara derecho, como su abuela y como yo. Y así lo hizo.
    Se doctoró 'cum laude' y comenzó a trabajar en el bufete familiar, pero no parecía feliz en su papel de letrada.
    Una noche me contó, con su habitual tono amable, que una amiga le había ofrecido formar parte de un pequeño negocio que estaba poniendo en marcha.
    - " De momento le estoy ayudando a gestionar los asuntos legales, pero nunca se sabe..." Dijo arqueando las cejas.
    El día que me comunicó que abandonaba el despacho, pronuncié una frase de la que nunca me he arrepentido:
    - " Está claro que lo tuyo no es la abogacía, tu sitio está en la cocina".
    Y no me equivocaba. Mi hija se ha convertido en una gran Chef, que acaba de conseguir su primera estrella Michelin.

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  • Imagen de perfilMI ÚLTIMO DÍA

    Esteban Torres Sagra 

    Me acerqué:
    - ¿Todo a su gusto, señores?
    El más amable, mientras los demás asentían, me respondió:
    - Lo mejor que he probado nunca. De verdad. Felicite al cocinero.
    Yo, colmado de orgullo en mi papel de encargado, me sinceré con ellos:
    - Es un chef argentino bueníiiiisimo al que contrataremos dos horas diarias, como al resto, en cuanto obtenga el permiso de trabajo. Salvo que ustedes nos sugieran otra cosa, ¡je, je, je!, por si podemos cobrar alguna subvención.
    He de reconocer que no comprendí el movimiento de ceja, como asombrado, de mi interlocutor.
    Luego volví a cocina a gestionar los postres y le comenté al dueño la parte elogiosa de la conversación con los del bufete Andréu, nuestros asesores laborales. Y él, muy sorprendido, me dijo:
    - ¿Ya no se acuerda que anularon la reserva?
    - ¿Entonces…?
    - Es la comida de empresa de la Inspección de Trabajo.

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  • Imagen de perfilMADRE JUSTICIA

    Belén Sáenz Montero 

    No, no estoy estudiando Derecho para progresar en la vida. Me gusta trabajar en la cocina de esta casona y no me siento humillada por servir y tener que mostrarme amable con mis superiores. Puedo representar ese papel durante el horario laboral y luego dejar volar la imaginación en sesiones interminables de películas de juicios y abogados con las que pasamos los domingos. La doncella dice que mi plan es matar a los señores y luego asumir mi propia defensa en los tribunales. No es que les tenga mucho cariño, pero los quiero vivos. Estoy deseando ver cómo levanta ella la ceja cuando me presente en su saloncito llevando de la mano a este que ahora mismo me está dando patadas dentro del vientre. Y la cara de él cuando le entregue el papel con la demanda de paternidad que yo misma, ya como letrada, me ocuparé de gestionar.

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  • Imagen de perfilUn huracán de justicia

    Enrique Soler Santos 

    Recuerdo que de pequeño, cuando me enfadaba, hacía que lloviese tanto que se inundaba la cocina. También nublaba el cielo o levantaba viento si hacía calor. Mi madre sonreía, decía que era igual que mi abuelo. Mi padre enarcaba una ceja y me conminaba a dejar en paz la climatología y prepararme para gestionar el despacho de abogados familiar.
    Me saca de mis recuerdos la llamada de un cliente. Entre sollozos me cuenta que un terremoto ha derrumbado su casa como si fuese de papel. Lo acaba de telefonear un señor muy amable para comunicarle que la aseguradora se niega a hacerse cargo del siniestro.
    Un rato después leo con media sonrisa que un inexplicable huracán ha hecho añicos los cristales de la imponente sede de la aseguradora.
    Ocupé mi lugar en la estirpe de abogados de mi padre, pero ante las injusticias me hierve a veces la sangre materna.

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  • Imagen de perfilRentas

    Marta Trutxuelo García 

    Lo admito... siempre he vivido de rentas. A falta de vocación definida, decidí estudiar Derecho, como mi hermano, para amortizar su inversión en manuales. Cuando éste murió en un accidente, además de sustituir el "hermanos" del letrero de nuestra firma de abogados por mi nombre de pila, sus clientes nutrieron mi cartera cuantitativa y cualitativamente. También heredé su secretaria y su costumbre de desaparecer dejando expedientes huérfanos sobre mi mesa. Así pues, esa noche pedí algo de la cocina del bar para hincar el diente a algo más sabroso que aquellos papeles... Tuve suerte, según el amable médico de urgencias la ingesta había sido moderada y la intoxicación, leve. Conforme masticaba aquella comida había leído en el expediente de mi hermano:"Gestionar demanda de afectados por listeriosis provocada por...". Mi reacción, también unánime: enarcar ambas cejas y escupir el resto de aquella carne mechada. Sí... gracias a las rentas, sigo vivo.

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  • Imagen de perfilFrío

    Mikel Aboitiz 

    Un año atrás, el matrimonio de abogados comenzó a gestionar los casos del bufete febrilmente, sin pausa. Al despacho del fondo le crecieron tentáculos: los dosieres se esparcían por la mesa del comedor; en la cocina fotocopias y resguardos empapelaban el frigorífico; una edición atrasada del Código Civil reinaba en el baño sobre un trono de papel higiénico. Buscaban la plancha entre archivadores y rescataban el tubo dentífrico de la caja del correo.
    Era invierno cuando, recostados cara a la chimenea, ella miró hacia el almanaque enarcando una ceja y él, cómplice, la siguió hasta la única habitación intacta, libre de trabajo, la cara amable de la casa. A la de tres empujaron la puerta. Contemplaron los pósteres de Walt Disney, el escritorio escolar polvoriento y salieron huyendo abrazados hasta la chimenea. Allí quemaron un tomo de Derecho Sucesorio casi sin estrenar y retomaron el trabajo con mayor ahínco.

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  • Imagen de perfilLIMBO

    Nicolás Montiel Puerta 

    Siempre se aparece en la cocina, el primer lunes de cada mes, a la hora del desayuno. Trajeado, pulcro, impecable, acostumbra a perder su mirada a través de la ventana.
    El primer día que lo vi por poco me da un infarto. Me giré después de sacar la leche de la nevera, y ahí estaba él, enarcando las cejas, concentrado en el contenido del papel que sostenía su mano derecha.
    --- Son unas notas para la vista de las diez, soy abogado --- me dijo en tono amable.
    Obviamente, dada mi torpeza para gestionar las presencias sobrenaturales, no dije ni mu. Eché a correr y me encerré en el baño. Él atravesó la pared y me contó su historia.
    No sabe por qué está en mi casa, ni hasta cuándo. Y encima, sólo yo puedo verlo. Laura no sabe que vive con un fantasma… o con dos.

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  • Imagen de perfilTIZONA FRENTE A COLADA

    juan perez morala 

    El fiscal jefe de esa Audiencia, ley y jurisprudencia corriendo por su sangre, abrió su cartera, miró a la abogada defensora y, con un rictus de sorpresa, arqueó su ceja izquierda, justo la que iba por libre en su lenguaje corporal. Era su forma refleja, instintiva, de decir que, si quería hacer, como era usual en él, un papel eficaz y brillante, esta vez debería gestionar su intervención procesal, con la cautela y la “lex artis” del mejor cirujano cardiovascular.

    Tenía enfrente a una profesional como la copa del ciprés de Silos, y tendría que esgrimir su mejor recital.

    La letrada era una “rara avis”. Sabía de alta cocina, podía recitar docenas de versos de la antología poética universal, esquiar en alta montaña, etc. Bordaba los juicios y éste prometía.

    Espadas jurídicas en alto. Pero el magistrado, en tono amable, ordenó desalojar la Sala. La primera audiencia no sería pública.

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