Imagen de perfilDestinos, los justos

Marta Trutxuelo García 

Por primera vez me lo remitían vía electrónica. El formato era novedoso pero resultaba más interesante su contenido, que pasé a repasar con mis abogados. Era, efectivamente, la renovación de mi contrato de prestación de servicios, visado y firmado. Mientras uno de mis letrados afirmaba que se alteraban sustancialmente mis tareas, el otro, en una vuelta de tuerca, decía que apenas era una reinterpretación de mis cometidos La cláusula de excepcionalidad para uso alternativo de mis herramientas de trabajo equilibró el parecer entre ambos togados. Así que acepté el cambio de destino de mi jornada laboral: mis platillos dorados seguirán sirviendo a fines de equidad y ecuanimidad, aunque caigan bajo el peso de objetivos más prosaicos: controlar la exportación del trigo ucraniano, mientras mis ojos, bajo mi venda, lloran impotentes por la guerra. Soy la Justicia y mi balanza está al servicio tanto de un juzgado como de una frontera.

 

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