ABOGADO DE LA GUARDA
Ignacio Rubio AreseTío Fernando me nombró heredero de su despacho a condición de que nunca abriese la caja dorada que reposaba sobre el bufete de caoba. “Si lo haces, se escapará el abogado de la guarda”, susurró. Como conocía bien los delirios de mi tío, decidí seguirle la corriente.
Días después, me sorprendió la asombrosa inadmisión de la demanda contra un cliente al que pretendían desahuciar los fondos buitre. Luego vino el fallo favorable a las pruebas gratuitas de ultrasonidos prenatales para mujeres sin papeles, seguido de la multitud de madres dispuestas a testificar contra sus propios hijos por violencia de género.
Empezaba a acumular fama con mis victorias insólitas cuando la curiosidad me pudo. Como suponía, no había nada dentro de la dichosa caja. Pero desde entonces no he conseguido paralizar un desahucio más y, a pesar de todas mis argucias jurídicas, el número de maltratadores absueltos sigue aumentando cada día.
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Yo creo -al fin y al cabo es cuestión de creencia- que la caja no estaba vacía. Que un angelito de la guarda, al estilo de los retratados por Rafael, moraba allí. Si no fuera así, las debacles forenses serían mayores. Suerte, Ignacio.
Hola, Manuel. Cómo bien observas, el mundo sería un lugar mucho más nefastos sin los angelillos de la guarda, debemos cuidarlos bien, y no como hace mi abogado… :) Un saludo, gracias por comentar.
Hola, Nacho!!!
Cuánto tiempo!!! Veo que sigues escribiendo y muy bien por cierto!!!
Te deseo mucha suerte y te mando mi voto!
Un fuerte abrazo
Marta
Hola, Marta. Pues sí, tras un tiempecillo de parón por diversos motivos (principalmente esudiar opos para profe de secundaria), he vuelto a retomar este viejo vicio de la escritura, me alegra ver que tú también sigues al pie del cañón, te envío un abrazo