El Abogado, capítulo 1.
Raffaele Basso · BarcelonaOtra vez. Se había prometido no volver a dormir así, sin embargo allí estaba. El dolor de espalda lo mataba cada día un poco más, el oído le pitaba como un ultrasonido, a los 55 años no era saludable dormir sentado en una silla. Su despacho pasó a ser su morada cuando aproximadamente tres años atrás se había dejado, o mejor, su mujer lo dejó cansada de esperar a un hombre y con un pelotón de amigos dispuestos a testificar contra él, así que decidió irse de casa a manos vacías y con una caja de promesas no cumplidas bajo el brazo. Desde aquel entonces tenía una cama plegable al lado del escritorio que raras veces utilizaba. La cara yacía pegada a una hoja de papel sobre la mesa, con el rabillo del ojo aún podía leer: “Fallo…Inadmisión…” y de repente se acordó de su último fracaso judicial.