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Esperanza Temprano Posada 

Quedé con él en una cafetería para indicarle cómo testificar de forma eficaz y resultó ser una caja de sorpresas. Cuando llegué, extendí mi mano para saludarle y me dijo: «No se moleste, el fallo no será favorable, perderá el juicio, señora letrada, el juez decretará la inadmisión de la prueba». Yo aún seguía de pie con la mano extendida y la sonrisa congelada, tardé en reaccionar, sentarme y preguntarle: «¿Cómo lo sabe?». «Lo sé» fue su única respuesta y durante los quince minutos que permanecí allí, no conseguí sacarle más. Me despedí de él y cuando me alejaba le escuché decir: «¡Tenga cuidado con el escalón, le recomiendo que se trate el esguince con ultrasonido!». Le miré con incredulidad y pregunté: «¿qué esguince?» instantes antes de caerme en el escalón y lesionarme el tobillo. Y eso que estaba advertida…

 

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