Imagen de perfilLa testigo

Patricia Collazo González 

Como si aún no se hubiera inventado el diagnóstico mediante ultrasonidos, a Rosario la abrieron en canal para comprobar si se había tragado la caja de música con las joyas de la señora. De la caja, ni rastro. Pero seguían acusándola aunque su abogado pedía la inadmisión de las pruebas inventadas por la Doña. Esa y otras palabrejas pronunció cuando vino a pedirme que fuera a testificar. Yo quería ayudar a la Charo. Pero también quería conservar mi trabajo. No podía permitirme el menor fallo. Pero el hombre insistía y terminé accediendo. No diré nada malo, y listo, me prometí.
Cuánta razón tenía mi madre. La mala conciencia pesa demasiado. Lo comprobé poco antes de entrar a declarar. Un repentino ataque de hipo me puso contra la pared. Decir, no pude decir nada. Porque cada vez que abría la boca para hablar, sonaban dos o tres compases de Para Elisa.

 

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