Imagen de perfilLA VOZ DELATORA

MANUEL MORENO BELLOSILLO 

Cuando dictaron el auto de inadmisión de las pruebas incriminatorias por su obtención «irregular» pensé que la suerte sonreía a mi defendido y que por esta vez se libraría. El juez que lo iba a juzgar era prácticamente ciego y decían que había desarrollado extraordinariamente el sentido del oído hasta ser capaz de detectar ultrasonidos. Decían también que juzgaba “de oído” y los testigos temblaban cuando iban a testificar pues sólo por el tono de su voz sabía si mentían. Di instrucciones a mi defendido para que se acogiera a su derecho a no declarar y que cuando le ofrecieran el turno de la última palabra, lo rehusara. Pero mi cliente, además de un criminal, era un tipo presuntuoso y su vanidad no le permitía callarse. Cuando terminó el discurso defendiendo su inocencia supe que el fallo sería irremediablemente condenatorio y que mi cliente acabaría en una caja de 2x2x2.

 

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