Imagen de perfilIMBECILIDAD ARTIFICIAL

ANTONIO LUIS MIRANDA SANCHEZ 

Como indican todos los algoritmos, mi cliente será condenado. No obstante, continúo programando variables en un último intento de encontrar una alternativa de defensa eficaz. El Auto de procesamiento es contundente y la prueba de la acusación, definitiva: un poema manuscrito sin ninguna armonía, falto de rítmica y métrica, sin alegorías ni metáforas. El cliente admitió su autoría; mal asunto. Hackeó su propio asistente virtual interno, dejándolo temporalmente anulado, para poder escribir unos versos sin ayuda del Sistema. “Sólo quería probar lo que se siente, no lo iba a publicar ni a regalar”, me aseguró entre lágrimas. Pero nuestro ordenamiento legal no contempla atenuantes para ese tipo de actos. Si no logro su absolución, será desconectado del Sistema y su raciocinio quedará asimilado al de nuestros antepasados. Pasará el resto de su vida pensando por sí mismo. Antiguamente ese estado se confundía con la libertad; hoy lo consideramos imbecilidad artificial.

 

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