Imagen de perfilLAS PRIORIDADES DE ELENA

Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

Elena solía desplazarse en su vieja bicicleta. De casa al despacho, o al juzgado, las distancias eran cortas, y también estaba la alternativa del autobús. Pero llevaba días parándose delante del escaparate, y observando, con interés, un auto rojo con tapicería de cuero. Nadie se lo iba a regalar. Nadie le había regalado nada. Se había pasado la vida trabajando, robándole horas al sueño, para convertirse en lo que era: una abogada reconocida en el ámbito legal, y una abnegada madre, que pronto sería abuela.
Nunca se había concedido un capricho, pero esa tarde decidió entrar en el concesionario.
Mientras recorría las calles al volante de aquel último modelo, dejó de escuchar las explicaciones del vendedor. Sus pensamientos volaron a la sala de vistas, a la paella familiar de los domingos, y al cochecito que le iba a comprar a su futuro nieto. Y regresó a casa pedaleando.

 

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