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Ana Isabel Velasco Ortiz 

Respiré hondo y argumenté que, mi defendido, no había cometido delito alguno por acceder a propiedades ajenas y destrozar hortalizas. Todo lo contrario. Su actitud contribuía a proteger el ecosistema.
Si queremos una economía sostenible, la continuidad de nuestra especie, debemos respetar la diversidad del planeta y, en el caso que nos ocupa, el demandado es un claro exponente de estos valiosos preceptos ¿Quién pone puertas al campo? Rematé.
El letrado de la parte demandante estalló en cólera. ¡Señoría, este proceso es una farsa, una burla! ¡La mayor degradación de nuestro sistema judicial!
Para mayor sorpresa y, contra todo pronóstico, la sentencia fue. Absolución de todos los cargos.
Ahora, cuando regreso al pueblo, Pelayo campea a sus anchas por las huertas de los paisanos engullendo coles y berzas y tengo la certeza de que no existe otro burro tan feliz.

 

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