Un pozo sin fin
Alberto Arroba MalpicaAl cerrar los ojos, pude oír las risas y cantos de aquellos que, junto a mi abuelo, celebraban cada año bisiesto su cumpleaños. Al abrirlos, observé esas paredes de papel que, repletas de viejas fotos, me llenaron de nostalgia. Y al rebuscar un poco, encontré ese muñeco de cabeza cuadrada con el que solía jugar y que ahora descansa en el desván. Sin embargo, por culpa de una plusvalía, seré el heredero de una historia que se tendrá que borrar. Pues a día de hoy, no he encontrado banco, fiador o fuerza de otro planeta que me pueda ayudar. Tan sólo me queda la esperanza de que mi abogado, cargado de experiencia, tenacidad y audacia, halle el modo de que un hogar lleno de sueños no acabe, como una simple moneda, en el pozo de la administración.