Imagen de perfilDesigualdad tiene nombre de villana

María Gil Sierra 

Encendió un cigarrillo pese a mi negativa.

—¿Y si quintuplico la oferta, qué dirías?

Tragué saliva antes de contestar.

—Lo mismo. Jamás seré su abogado.

La había imaginado sin escrúpulos, tal y como era. Sin embargo, su descaro consiguió excitarme. Supongo que se llama tentación.

—No solo se trata de dinero —dijo echando una bocanada de humo—. Puedo lograr un crecimiento exponencial del bufete. Siempre suministro las oportunidades a mi antojo. A cambio, me debes proteger.

—¿De quién? —le pregunté—.

—De vosotros. De la justicia. Os habéis empeñado en exterminarme. Como si yo fuera culpable del hambre en el mundo.

—Y lo es. No distribuye los recursos equitativamente.

—Bobadas. El pez grande se come al chico.

—Pero mi compromiso implica acabar con usted. Objetivo 10 de Desarrollo Sostenible —le recordé—.

Y acto seguido la invité a salir del despacho —no fuera a arrepentirme—.

 

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