Tímido

Francisco Vila Guillén · Valencia 

Estaba decidido, y aunque para reunir el valor había estado bebiendo toda la noche como una esponja, ninguna resaca iba a impedirme entrar al bufete con una sonrisa preparada para decírselo. Me dirigí a la ventanilla de recepción. Allí estaba, vestida con su conjunto de secretaría, le di los buenos días y al tiempo que contestaba a mi saludo noté como se sonrojaba. Me resultó extraña su reacción; aunque todos me vean como un cosmopolita abogado que nunca ha perdido un juicio, cuando me acerco a ella me convierto en un torpe adolescente y el tímido soy yo. Achaqué su gesto a que probablemente mi aspecto delataba los Gin-tonic de la noche anterior y entré en el despacho para recomponerme. Un repentino frescor en las piernas al sentarme me hizo darme cuenta de la razón de su sonrojo, ¡había olvidado los pantalones! Maldita resaca, mejor me declaro otro día.

 

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