Diana cazadora

Antonio Leal ¡µlvarez 

Duró un día mi pasantía en el viejo despacho de Rufino Corbacho. -Busca en el archivo el expediente de la huelga de estibadores, dijo sonriendo. Y sonriendo abrí aquella puerta cuando me golpeó el hedor a humedad. No podía permitir que se me encrespara el pelo y decidí ventilar la habitación, pero una jungla de papeles me impedía alcanzar la ventana. Al primer salto se me rajó la minifalda y con el tacón pisé algo blandito. Mi grito ocultó el chillido de la rata. Siendo yo poco amiga de las cacerías, de un respingo me encaramé a la cortina, destrozándome la manicura. Tanto ajetreo despertó a Drácula de su letargo. Mi zapato voló entre una nube de polvo y ¡plaf! el murciélago cayó como un pichón en el campo de tiro. Dos horas más tarde lancé el legajo a los pies de Don Rufino y, cojeando dignamente, me despedí.

 

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