El pasante diletante

Marta Trutxuelo García · Andoain (Gipuzkoa) 

Siempre imaginé la pasantía como una oportunidad única para conocer los entresijos del mundo de la abogacía. Ardía en deseos de resolver casos interesantes: me veía pasando las noches en vela, entre legajos de documentación y con una fiel taza de café como eterno estímulo.“¡Ay, pichón! Si quieres aprender el oficio tienes que trabajar duro”. Huelga decir que ofrecí al bufete mi más ferviente disposición a colaborar y mis expectativas se vieron cumplidas: noches sin dormir preparando aquella cacería con un respetable juez, litros de un líquido estimulante como el café pero de más alta graduación corriendo por mis venas tras las reuniones vespertinas en el bar de enfrente, sin olvidar los legajos relativos al sumario del más sonado caso de corrupción de abogados que se recuerde. “¡Qué oportunidad para conocer desde dentro los entresijos del mundo de la abogacía!”—evoco, nostálgico, desde la soledad de mi celda.

 

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