Imagen de perfilEl cuento del abogado

Jerónimo Hernández de Castro 

Cada noche, a su regreso del bufete, el susurro de su hijo al otro lado del pasillo reclamaba lo que en justicia le correspondía. No podía negarse y, sin quitarse la corbata, se sentaba en la cama del pequeño para construir una historia con sus vivencias de la jornada. Hoy trataba de tres cerditos que edificaron sus casas cumpliendo la normativa del ordenamiento urbano. Un lobo especulador les acosaba para que las cedieran a cualquier precio a la sociedad que representaba, controlada por un malvado fondo de inversión. Dos de ellos cedieron a la presión del astuto comisionista, pero el tercero, el más resiliente, se mantuvo firme acogiendo a sus hermanos en su vivienda.
Entonces, sin ideas para el desenlace, comprobó aliviado que el niño se había dormido. Él, ahora, ya podría conciliar el sueño; ilusionado por encontrar al día siguiente el material para ese final feliz que tanto necesitaba.

 

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