AJUSTE DE CUENTAS

Carlos Bento 

Se había pasado la vida defendiendo a camellos y chorizos de poca monta. El olor a sudor y perfume barato de los prostíbulos donde se reunía con sus clientes. Las chabolas miserables con tejados de latón y tuberías de plomo donde muchas veces tenía que negociar sus honorarios entre socavones y drogadictos. No se quejaba, era un buen negocio y se ganaba dinero. Hoy tocaba cobrar. Salio del coche y se acerco al garito con el cartapacio bajo el brazo. Al entrar, alguien le empujó contra la pared. Una navaja apareció en su mano. Aquella cara le resultaba vagamente familiar. «Hola Picapleitos. Ya no te acuerdas de mi? Ya he salido del talego. Veinte añitos. Gracias a ti y a tu amiguita la jueza. Te acuerdas?. Porque yo me he acordado todos los días, sabes?

 

 

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