Presentación

Ana Cortiguera Abascal 

Daba por bien invertidos sus últimos ahorros en el magnífico abrigo de pelo de camello y el traje de cachemir, confeccionados a medida; en los zapatos exclusivos de piel de potro; la camisa de seda italiana y la carpeta de firma en la que presentaría todo el cartapacio que constituía su currículum, así como en los demás complementos, todos ellos de primeras marcas. Llegó a la capital con el tiempo justo. El sol caía a plomo y notaba como el sudor empapaba su camisa, hasta calar el traje. El taxi paró frente al bufete —uno de los más importantes y exigentes con sus miembros–, y al descender de él, sus pies se hundieron en el barro del socavón. La recepcionista le hizo despojarse del abrigo. El director era alérgico a la lana. Cuando apareció frente a la junta, con aspecto deplorable, apenas pudo balbucear su propio nombre.

 

 

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