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ELENA BETHENCOURT 

Todo lo hice por amor, señoría. Me enamoré de mi vecina, pero una mujer tan guapa tiene mil pretendientes, la competencia es dura y yo soy muy tímido. Mi única opción era ponérselo por escrito. Así que le escribí una nota, la metí en el sobre sepia del Senado y me dirigí a mi mesa electoral donde ella era presidenta. Lo introduje en la urna y me fui a casa a fantasear con la cara que pondría al encontrar mi mensaje durante el recuento de las papeletas. Le parecería tan tierno que se intentaría comunicar conmigo esa misma noche, seguro. O quizás no. Igual me odiaría por ponerla en ridículo. Me entró el pánico, ansiedad, no sé… Podía haber hecho un análisis mejor de las consecuencias, pero me cegué, señoría, entré en el colegio electoral justo antes de las ocho de la tarde, cogí la urna y eché a correr.

 

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