Adiós mundo cruel

Jara Rupérez Martínez · Madrid 

Toni Marciano rehusó la llamada telefónica de rigor. Los teléfonos analógicos le daban alergia. Se recostó sobre la incómoda silla de la sala de interrogarios y acomodó las muñecas a la rigidez de las esposas. No pensaba hacer ninguna declaración hasta que no estuviera en presencia de su abogado. Un buen abogado es el mejor soldado para defender una mala causa. No cerrar el pico en el momento decisivo es la mejor manera de asegurarse una habitación sin vistas. Puede que el único testigo asegurara haberle visto la noche anterior. Puede que hubiera sufrido un trágico accidente la mañana siguiente, demasiada presión por el juicio… “Demasiada casualidad”- inquirió el comisario- “demasiada casualidad…” Pero Toni Marciano esbozó su mejor sonrisa inocente al pensar en la nota que el testigo había dejado por escrito despidiéndose, por propia voluntad, de este mundo cruel: “Todo principio tiene un final y éste es el mío”.

 

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