AMOR PROCESAL
Pedro José Prieto AlvarezJugueteo inquieto con el bolígrafo y sondeo con disimulo sus ojos serenos, tan azules como siempre pero ahora émulos, impenetrables como una enciclopedia de Hermenéutica Jurídica. Otra vez mi corazón empieza una carrera, de 400 metros con vallas; la mente se me convierte en un simple radical libre y tengo que apelar al estoicismo para no salir corriendo. Aborrezco ser defensor siendo ella fiscal, esto no debería de pasar. En días como hoy, invariablemente ocurrirá lo mismo: ratificará las conclusiones, alegaré sólidas estimaciones y seré apasionado, rozando casi la expulsión mientras sonríe altanera; luego, todo quedará visto para sentencia, incluido yo mismo. Casi a medianoche, entre las sábanas, cuando sus ojos azules vuelven a ser mansos, alcanzaré un sonoro fracaso; susurrará con amable ironía un “tranquilo, cariño, no siempre se gana”, y yo sabré que habla de la cama y de la sala de juicios.