Regalito envenenado

Felipe Alcalá-Santaella Lloréns · Paterna (Valencia) 

Era un engorro. Me sentía torpe con él, me molestaba profundamente. No podía dejar de estar pendiente. Me llamaban los clientes a todas horas, y peor aún, me escribían a todas horas. No entendía los botones, ni las apps, ni las funcionalidades. Era el último modelo y “me iba a cambiar la vida”. Me lo había regalado mi ex, nada más y nada menos que el Decano de los Juzgados. Un tipo empalagoso y falso, que se sentía en deuda conmigo de algún modo porque dejarme tirada le cambió la vida. Y una lo admite todo por las apariencias de abogada tranquila y moderna. Pero hay límites. En una guardia interminable no pude más. Cogí el cachivache de los demonios, lo metí en una cajita de metal, con candado, y me fui a l’Albufera a ver amanecer. Un pitillo y la cajita al agua, para siempre.

 

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