THE END
Yolanda Nava MiguélezLa sala se me figura un espejismo. Una panorámica difusa de una película de abogados en la sobremesa de un sábado cualquiera.
Comienza el juicio y todos adoptan cierta rigidez en sus poses. Yo sigo relajado.
Las partes se posicionan, se pierden en exposiciones demasiado gráficas, con una jerigonza que no entiendo.
Hago memoria. Había un tipo en mi casa. En mi cama. Con mi mujer. Recuerdo haberme sentido inmerso en la oscuridad de un eclipse total.
Pero dicen que el hombre sufrió un disparo y que el arma estaba en mis manos.
Después de una eternidad la jueza golpea con su martillo, -como en las películas- y dicta sentencia, las miradas que todos me dirigen, revelan que soy el protagonista de la última escena.
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Muy bien, Yolanda. Casi se pueden visionar los planos mientras se lee.