Remordimientos
Pedro Ran PérezCuando empecé a trabajar, mi única motivación era proteger a los que lo necesitaran; por ello me hice abogado de oficio. Luego, cuando mi salud se vio mermada, intentando conseguir ingresos extras que me ayudaran a paliar mi sufrimiento, decidí aceptar la oferta que aquellos hombres me hicieron al saber de mi acceso a todos los expedientes de recalificaciones de la ciudad. Mi única función era vigilar las ofertas que las empresas hacían y pasarles a ellos la información. No parecía tan grave, pero sabía que estaba cometiendo un delito y que no actuaba conforme a mi conciencia me dictaba. Eso me ha reconcomido todos estos años aunque mi enfermedad fuera más llevadera gracias al sobresueldo. Ahora, con el inexorable paso de la edad pienso que nunca debí hacerlo; mientras juego con el vacío bote de cianuro con el que he aderezado el café que acabo de tomarme.
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La tentación es fuerte y el camino fácil y rodado, muy atractivo, demasiado. Por desgracia, como decía mi padre, trabajando nadie se hace rico, o lo que es lo mismo: lo correcto no suele ir asociado a las ganancias rápidas. Por mucho bienestar material que se obtenga, incluso por una buena causa, hay algo que no se puede pagar con nada: la conciencia tranquila.
Las malas prácticas de este abogado contribuyeron a financiar su tratamiento médico, pero también han contribuido a que no haya servido de nada, a terminar deseando todo lo contrario, a malograr para siempre la salud de ese cuerpo que tanto le preocupaba.
Un relato que confirma, con un desenlace fatal, que las grandes verdades están expuestas desde hace muchos años, pero hay quien no escarmienta, como la de que el fin no justifica los medios.
Un saludo, Pedro
Muchísimas gracias Ángel por tu voto y tu opinión, no podría estar más de acuerdo con tu comentario. Lo subscribo hasta la última coma. Un abrazo para ti.