Imagen de perfilTiempos verbales

Carolina Navarro Diestre 

Lo llaman pasado, pero adopta muchas formas. Si hablo de ti, acostumbro a utilizar el pretérito imperfecto —«te amaba»— como quien menciona una rutina superada, un hábito curado, dejar de fumar. Tampoco descarto la alternativa del pretérito perfecto —«hemos vivido»— por regalarme alguna cercanía espacial que te aproxime a mí. Sin embargo, mi tiempo preferido para referirme a lo nuestro es el pretérito pluscuamperfecto —«habíamos proyectado»—, estableciendo una acción que ponga en valor mis sentimientos: «nunca había sentido algo así». El pretérito pluscuamperfecto es mi favorito, el tiempo de la nostalgia. Por último, nunca utilizo el pretérito indefinido —«me equivoqué»— por lo categórico del mismo. El pretérito indefinido da asco. Aunque quizá toda esta palabrería no sea más que cháchara hueca para conjurar el presente, para ignorar este divorcio tonto, este proceso legal, este mal auto judicial. ¿Sabes, amor?, quizá aún te quiero. Futuro simple, acaso siempre te querré.

 

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