FRANCISCO MANUEL AGUADO BLANCO
Microrrelatos publicados
PENA DE CARTÓN
Nunca había tenido un cliente ventrílocuo. Pero ahí estaba con la denuncia sobre mi mesa. Un espectador la había interpuesto al sentirse ofendido por la forma en que su muñeca de cartón se refirió a él en un momento dado del espectáculo. Fui la noche de ese mismo día a verle actuar. Era curioso escuchar aquella voz femenina y sensual en contraste con su presencia tan varonil. Pero lo labios los movía ella que, vestida de novia con falda de transparencia y con cara de maldad perversa, sostenía en una de sus manos una piruleta multicolor que de tanto en tanto lamía de manera lasciva. Al día siguiente le advertí la necesidad de actualizar su espectáculo que para mí resultaba de humor grueso, algo trasnochado y, efectivamente, susceptible de levantar ampollas en las pieles más sensibles de la concurrencia. Entonces ella se puso a llorar de una manera tan desconsolada…
| Marzo 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 5¿A QUÉ TÍTULO?
Fui a alojarme en Madrid en una pensión de las de antes que siguen siendo las de siempre pero el olor a gallina vieja cedió al del glutamato en pastillas de poca confianza. Era un privilegio estar allí por el tremendo esfuerzo económico que hicieron mis padres, agricultores en Ávila, para que estudiase Derecho. Me quedé traspuesto y desmemoriado en clase cuando explicaron el significado de "a título oneroso" y quise enmendar mi olvido acudiendo a la biblioteca dado que internet no existía. Ya estaba en el capítulo de "Adquisiciones a título oneroso", cuando el collar con el que jugueteaba la chica frente a mí, fue a dar con todas sus cuentas en el suelo con gran estrépito para curiosidad ajena y rubor suyo. Se lo arreglé en un pispás a título gratuito; ella, hoy hace veinticinco años, me adquirió a título oneroso.
| Febrero 2017
ParticipanteEEG A LO ZARIGÜEYA
Mi cliente, catedrático de la Facultad de Medicina, fue llamado a testificar en referencia al peritaje realizado por él sobre una caja fuerte sin cerradura alguna que emitía un ultrasonido al ser abierta por quien no fuese su dueño. Su fallo era claro: no producía ningún perjuicio sobre el posible ladrón. El letrado de la familia del difunto, presentó como prueba el cadáver y, sorpresivamente, no hubo inadmisión. Mi cliente se aproximó y reconoció al muchacho que se ocupaba de preparar los cadáveres para los alumnos en los sótanos de la Facultad, tipo capaz de cualquier cosa por complementar los escasos sueldos de sus siete empleos. Le aplicó con saña un certero puñetazo en la entrepierna, saliendo a escape el chavea. El docto catedrático se acercó al juez y con discurso docente dijo: “Experimento realizado en 1964 sobre una zarigüeya que se fingía muerta, dio un electroencefalograma de máxima alerta.”
| Octubre 2016
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1